domingo, 11 de noviembre de 2012

Red Room


Amiguitos, hacía tiempo que no os hablaba de una película japonesa y hoy ha llegado el día. La cinta en cuestión se titula Red Room y como imaginaréis atendiendo a las características de la mayoría de películas de dicho origen que se pasan por aquí, se trata de una bizarrada. Fechada en 1999 y dirigida por Daisuke Yamanouchi, el argumento que nos cuenta es el de cuatro personas que aceptan encerrarse en una habitación para participar en el Juego del Rey, un juego de naipes con cuatro cartas y unas reglas de lo más sencillas. Se reparten las cartas y al que le toca la que tiene una corona debe ordenar a dos jugadores que hagan algo, algo que les sea desagradable ya que el objetivo es que los contrincantes vayan abandonando el juego hasta que solo quede un ganador... que se llevará a casa 10 millones de yens. Las primeras pruebas son de lo más estúpido, pero poco a poco van adquiriendo un tono más sádico apareciendo en el guión el subconsciente desviado de la reprimida sociedad nipona y sus fantasías, lo que incluye violencia, humillación, fetichismo y la aparición de vómitos y orina. Protagonizan la cinta la estudiante de 17 años Hiromi, el empresario de hostelería de 34 años Isawa, un tipo pusilánime al que le darías un par de hostias –no sé si es culpa del personaje o del patético actor que lo interpreta-, Masako, una ama de casa de 31 años, esposa del anterior y con aspecto de preguntarse por qué no se ha divorciado hace años y Kanako, una administrativa joven y de aparente buena posición. 


Piltrafillas, Red Room es una producción de serie Z rodada en vídeo que no goza precisamente de una realización destacable o unas interpretaciones que valga la pena comentar. La acción se desarrolla entre cuatro paredes forradas de plástico, en una estancia alumbrada por una luz rojiza con una jaula en la que se llevan a cabo las diferentes pruebas y una mesa en la que se reparten las cartas. Tanto la iluminación como el detalle con el que el realizador nos muestra las pruebas –algunas bastante enfermizas- acercando la cámara en planos muy cortos y sin banda sonora alguna, solo los sonidos que emiten los protagonistas, hacen que Red Room sea agobiante en algunos momentos. Pero si os soy sincero, al final aburre. Además, la propuesta está disfrazada de estudio sociológico, como retrato de lo que personas aparentemente normales pueden llegar a hacer por dinero y eso a lo mejor era original en 1999, pero hoy en día ya hemos visto muchas películas con ese trasfondo e infinitamente mejores que esta. En fin amiguitos, lo inexplicable es que incluso se llegó a rodar una secuela, que como podéis suponer fue mucho más allá en lo degenerado de las pruebas. Como aspecto positivo os diré que dura poco más de una horita por lo que si tenéis 68 minutos para perder ya sabéis lo que os vais a encontrar. Para amantes irredentos de todo tipo de frikadas niponas.

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