Amigos del vinilo, la verdad es que Dave Mustaine nunca me ha caído bien. Las imágenes que existen de él de la primera época de Metallica hablan por si solas. Supongo que todos bebían, pero el único que daba la nota en entrevistas o desafinaba estrepitosamente en directo era él. Y luego vivió años de ser el desgraciadito Dave, el que echaron injustamente de Metallica cambiando su futuro para siempre. Coincidiréis conmigo en que la decisión de Hetfield y Ulrich fue acertada. La adicción posterior a la heroína del pelirrojo hubiese forzado su salida del grupo más pronto que tarde. Además, la bicefalia entre el danés y el californiano se hubiese visto desequilibrada con la presencia de otro gallo en el corral. Pero, dejando un lado la parte personal, lo cierto es que Megadeth fue uno de mis grupos favoritos. Al menos, hasta el Risk. Pero antes que ese, la banda editó variados y buenísimos álbumes. Hoy os quiero hablar del Rust in peace, el cuarto del grupo y el primero en el que no incluyeron los tres puntitos en el título –acaso una idea de Mike Clink- aunque opino que el título original sí los tenía, manteniéndose en la canción final del disco.
No es mi favorito, pero no se puede negar que Rust in peace supuso el inicio de una nueva era en Megadeth, con la inclusión de Nick Menza a la batería y Marty Friedman a la guitarra –conformando a un line up que duraría hasta 1998 convirtiéndose en el más estable, exitoso y de calidad instrumental de la historia del grupo- y con la elección de Mike Clink como productor, un tipo que es ni más ni menos que el responsable del sonido del Appetite for destruction y al que sin duda -además de su talento con los controles- le ayudó la experiencia en el trato con artistas de ego desmedido a la hora de bregar con Mustaine.
El tipo tiene que sentirse orgulloso ya que sólo salir a la calle a finales de 1990, Rust in peace debutó en el 23 de la lista Billboard –su mejor lanzamiento hasta la fecha- y consiguió dos nominaciones en los Grammy Awards de los años siguientes a mejor interpretación de Metal –la del segundo año era por el single Hangar 18- que nunca más han conseguido. Como curiosidad, decir que el responsable de la portada del álbum –y de los singles editados de este- fue Edward J. Repka, que ya había trabajado con la banda en el Peace sells pero a quien habían descartado para el tormentoso So far, so good... so what!.
Como bonus, adjunto imágenes del single de Hangar 18 que incluía un badge del grupo y que es uno de los tres artículos especiales de Megadeth que tengo, junto a la edición japonesa del Countdown to extinction con temas extra y adhesivo de la portada –que compré en mi primer viaje a Tokyo- y el lanzamiento del Youthanasia que se acompañaba de una t-shirt ilustrada con un Vic Rattlehead con túnica, quemecía a un bebé entre sus brazos esqueléticos. Aún la conservo, aunque hace tiempo que no me cabe, je je.
A
Holy was... the punishment due
Hangar 18
Take no prisoners
Five magics
B
Poison was the cure
Lucretia
Tornado of souls
Dawn patrol
Rust in peace... Polaris
El disco se inicia con Holy wars, el tema más largo del álbum, con una batería omnipresente que toma protagonismo por fin en un álbum de la banda como instrumento más que como simple metrónomo. Lejos de dar descanso al oyente, Mustaine y sus chicos nos ofrecen Hangar 18, una de las mejores canciones de la banda en la que las guitarras de Marty Friedman tienen mucho que ver. Take no prisoners me parece flojillo, pero entonces llega Five magics –otro de los temas largos del disco- con sus líneas de bajo y sus preciosas guitarras que nos va transportando por diversas atmósferas y que me recuerda a Metallica en varios pasajes.
La cara B –en mi opinión, inferior a la primera- comienza con una corta y espídica Poison was the cure con inicio engañoso protagonizado por Ellefson. Lucretia no es de las que más me enamoran, y con ella nos plantamos en Tornado of souls, un tema largo con un solo alucinante. Dawn patrol es un machacón e inquietante tema con Menza y Ellefson de protagonistas acompañando a la voz fantasmagórica de Mustaine y nos sirve de introducción al último tema de este Rust in peace, el que da título al álbum y el que pone la guinda a una obra en la que a Mustaine se le entiende –canta en vez de gritar con rabia o mascullar las letras de las canciones-, las guitarras son limpias y perfectas y la pareja Menza/Ellefson suena como una apisonadora.
Feliz viernes.
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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