lunes, 30 de abril de 2012
Jean-François Lepage Re-visited
Le toca ahora al francés Jean-François Lepage, impresionante fotógrafo habitual de GQ, Amica, Harper’s Bazaar, Numero o Vogue que lleva más de treinta años participando en campañas de publicidad para firmas como Nina Ricci, Dior o Lanvin y que el 11.09.10 se pasó por aquí. Hoy regresa al blog con una fabulosa nueva selección de instantáneas para alegría y deleite visual de este que escribe y de cuantos me seguís en esta aventura estéril.
Cabezas de Hidra – Capítulo decimoséptimo (IV)
7
Alejandro introdujo la mano en el bolsillo del albornoz y empuñó un abrecartas que hundió por dos veces en el tórax de Eva. Sus hombres enmudecieron al verlo y las chicas, que segundos antes reían en el agua, salieron corriendo de la piscina chillando presas de la histeria. Luisa Alvarado, a quienes todas conocían como Eva, agente encubierto de la Policía, flotaba boca arriba en la superficie del agua, con los ojos muy abiertos y bañados en lágrimas, envuelta en una vaporosa nube roja que crecía en torno a su cuerpo mientras la vida se le escapaba.
- ¿ Estás loco ? -le espetó Federico, sorprendido y escandalizado-, ¿ qué te ocurre ?
En ese momento comenzaron a oírse los aullidos de un gran número de sirenas que se acercaban con rapidez por el camino que conducía hasta la mansión. Alejandro no contestó a su lugarteniente, ya le daba todo igual, y se mantuvo quieto, mirando fijamente el cuerpo de la mujer que le había traicionado.
Sus hombres iniciaron carreras a través del bosque, intentando en vano escapar del cerco policial. Él continuó sentado al borde de la piscina.
Cuando poco después se lo llevaron esposado, alguien le oyó susurrar por dos veces el nombre de su hija Emilia. El cuerpo de Luisa aun reposaba sobre el césped, bajo un par de toallas de playa, esperando que se personase un juez que determinase el levantamiento del cadáver de la única víctima que se había cobrado la operación que había propiciado la desarticulación de una de las más complejas tramas de contrabando y narcotráfico del territorio español.
8
Cuando Pierre llegó ante la fachada de aquel edificio en la Rue Croix des Petits Champs, el corazón le latía con fuerza. Mientras subía las escaleras, advirtió que seguía dudando de si Lilith vivía allí en realidad o todo era producto de su mente trastornada. Temía haber sufrido algún tipo de alucinación y encontrarse con que el apartamento del tercer piso estaba deshabitado. Se prometió que si no encontraba a aquella mujer, no volvería a pisar aquel edificio y la olvidaría para siempre. Sin embargo, cuando puso los pies en el rellano, antes de que su dedo tembloroso pulsase el timbre, Lilith abrió la puerta.
- Pasa, te estaba esperando.
Pierre, en un principio, se resistió a entrar. ¿ Qué era lo que le hacía buscar desesperadamente la compañía de aquella desconocida ?. Quizá lo mejor era alejarse de allí para siempre. Pero cruzó el umbral. Cerró la puerta y se dirigió al dormitorio. Llegó a la habitación a tiempo para ver como la falda de Lilith resbalaba desde su cintura hasta los tobillos. Pierre admiró sobrecogido cada curva de aquel cuerpo, un cuerpo de bruja, porque, no le cabía la menor duda, eso era Lilith. Eso, o algo peor.
Se desnudó con rapidez mientras ella se desprendía en silencio del resto de sus ropas. Se sentó sobre la cama y Lilith se colocó sobre sus muslos, aprisionando un de nuevo endurecido pene en el interior de su mojada hendidura. Luego, montó a Pierre hasta notar que el cálido semen de éste rociaba su interior.
Entonces se incorporó y se arrodilló para poder acariciar con la lengua los doloridos testículos y la polla aun erecta de Pierre, que eyaculó por segunda vez. Por último, Lilith le dio un empujón para mantenerle tumbado y se sentó sobre su cara, obligándole a lamer su vulva empapada en una mezcla salada de secreciones y esperma. En ese momento, Pierre notó como una aterradora sensación atravesaba su pecho. Se estaba muriendo, o eso creía. Sentía frío, un intenso y sobrenatural frío, mientras podía advertir que su respiración se aceleraba sin control. Le faltaba el aire, la vista se le nublaba y la sangre le martilleaba las sienes. Lejos de sentir placer, aquellos minutos de sexo animal habían conseguido atenazarle, víctima de un padecimiento extremo.
Lilith, en cambio, no experimentaba sensación alguna. Se puso en pie y, mientras se vestía, como si acabase de leer el pensamiento de Pierre, le dijo :
- Tranquilo, saldrás de ésta. Sin embargo, en lo sucesivo no sabrás nada más de mí. Debes olvidar que me has conocido, ¿ entendido ?
Pierre, jadeando, se reponía lenta y dificultosamente.
- No te entiendo -dijo al borde del llanto-, ¿ qué he podido hacerte yo para que me dispenses un trato tan cruel ?
- ¿ Cruel ? -Lilith le miró a los ojos-, ¿ acaso te crees que necesito de tu calor ?
Lilith, que había acabado de vestirse, le tiró a Pierre su ropa para indicarle que debía hacer lo mismo.
- Escúchame bien, muchacho inmaduro. Muchos hombres matarían por tocarme. Y el niño, que incluso me ha besado el coño, está enfadado porque siente que he jugado con él y le he dispensado un trato cruel. Pues atiende bien, lo que he hecho es darte un regalo que, con toda seguridad, no merecías.
- Precísamente -gritó Pierre incorporándose-. Lo que quiero es saber cómo alguien como tú decide un día dejarse follar por alguien como yo.
Lilith clavó su ojo sano en los de Pierre y le contestó con desprecio.
- Porque me ha dado la gana.
Pierre advirtió en aquella respuesta un ligero matiz demoníaco que le heló la sangre.
- Esa no es una razón -dijo.
El semblante de Lilith se había tornado pétreo. Nunca en toda su existencia, desde el inicio de los tiempos, había soportado tal actitud desafiante por parte de nadie. Quizá, y utilizando un concepto humano, se estaba volviendo vieja y, con ello, condescendiente y permisiva en exceso. Respiró hondo.
- Está bien -añadió al fin-, si es lo que quieres, te revelaré la verdad. Y tranquilo, que no te haré esperar mucho tiempo.
Asió con fuerza la mano de Pierre y, literalmente, lo arrastró escaleras abajo. Ya en la puerta del edificio, volvió a dirigirse a él.
- Ahora regresa a tu casa. Cuando volvamos a vernos sabrás quien soy.
Y, dicho esto, se alejó hasta desaparecer entre los transeúntes mientras Pierre, confundido, se encontraba sumido en un profundo vacío. Tenía la amarga sensación de que, si bien continuaba con vida, una parte de él había muerto allí aquella misma tarde.
domingo, 29 de abril de 2012
Lars H
Acabo por hoy con las sensuales instantáneas del danés Lars H, un fotógrafo dedicado a la moda y los retratos de celebridades que ha trabajado con Will Smith, Helena Christensen o la banda Depeche Mode entre otros y ha publicado en Esquire, Arena, Tatler o Vision magazine.
Last caress
Y si he comenzado con un ejemplo de lo más infame del cine bizarro y friki que se hacía en los 80, finalizo mis reseñas cinematográficas de este domingo con Last caress, otro producto friki –esta vez de hace un par de años- dirigido por François Gaillard y Christophe Robin, los mismos de Blackaria, una cinta de la que ya os di cuenta no hace mucho. La historia que nos cuenta la pareja en esta ocasión es la de cinco jóvenes que buscan pasar un fin de semana de sexo y juegos de ouija en una casa perdida en el bosque y que sin esperárselo van a verse envueltos en una espiral de violencia relacionada con una maldición y un pasado de brujería.
Amiguitos, poco más os puedo contar de Last caress, un subproducto de serie B en el que se mezcla gore y erotismo soft con el fin de hacernos atractivo un argumento de lo más trillado y vacío con propuestas visuales de muy poca originalidad. Un ejemplo de ello es la escena de las monjas azotando a una joven con rosas espinadas, algo ya visto -¿homenaje o copia?- en la cinta nipona de los 70 School of the holy beast, de la que por cierto existe una reseña en este blog. Además, las interpretaciones bordean lo amateur, la música es mala –en mi opinión, es la culpable de destrozar un montón de escenas junto con la fotografía- y la verdad es que el batiburrillo de violencia, sangre y sexo no justifica el tiempo invertido en el visionado de esta película, ni con palomitas, ni con gintonics... ni con dos copazos de ron añejo. Seguramente en los 70, con menos dinero y menos medios técnicos, el resultado hubiese sido mucho más oscuro y turbador. En fin, una decepción. Con deciros que a mi me gustó mucho más Blackaria -desde la vertiente de homenaje al giallo que aquella suponía-, está todo dicho.
Contrabando
Mi siguiente reseña va para Contrabando, remake de la islandesa Reykjavik-Rotterdam dirigido por su realizador original Baltasar Kormakur en lo que a todas luces es una aventura hollywoodiense con afán puramente pecuniario. Este thriller nos cuenta como Chris –un antiguo contrabandista de altos vuelos que años atrás dejó la delincuencia para proteger a su familia y vive retirado al frente de su propia empresa de alarmas- debe hacerse cargo de un trabajo para pagar la deuda de su joven cuñado Andy, un contrabandista de poca monta que ha tirado por la borda –literalmente- más de cuatro kilos de cocaína. Con sus antiguos amigos, Chris viaja a Panamá en busca de quince millones de dólares que debe introducir en los Estados Unidos pero pronto se dará cuenta de que ese mundo que había abandonado es traicionero y corrupto, y cuando las cosas se tuercen –y mucho-, Chris deberá llegar hasta su propio límite para conseguir su objetivo y evitar que su mujer e hijos sufran algún daño.
Piltrafillas, en mi humilde y seguramente desautorizada opinión Contrabando no es la película de acción trepidante que algunas críticas aseguran, pero creo que –pese a su ritmo algo falto de garra que sólo se alegra en los últimos momentos de Chris en Panamá y hacia el final de la cinta- cumple aceptablemente el propósito de distraernos con un argumento a gloria de la ley de Murphy en el que todo parece salirle mal al protagonista en su objetivo de conseguir el dinero con el que lavar la deuda contraída por el memo de su cuñado. Por otro lado, los personajes son de lo más estereotipado y poco profundos, aunque no podemos obviar que en este tipo de cine resultan efectivos. Total, Contrabando tampoco trata de renovar el género ni proporcionarnos reflexiones filosóficas. En resumen, un divertimento palomitero que he disfrutado con una copa de ron añejo y que os recomiendo aunque seguramente no pasará a la historia del cine de acción.
Intrépidos punks
Después del parón de la semana pasada motivado por mi escapada a Alemania, regreso a mis habituales entradas cinematográficas dominicales con Intrépidos punks, toda una bizarrada, una inmensa oda al frikismo de finales de los 80 dirigida por el mexicano Francisco Guerrero en la que la cutrez kitsch más extrema convive con elementos de Mad Max y la cultura mexicana –cómo no, aquí también aparece un luchador- mostrándonos a una banda de delincuentes motoristas punks –híbridos entre una carroza de la Gay Parade y una reunión de veteranos de los Hell’s Angels- que se dedican a emborracharse, pelearse y montar orgias. Piltrafillas, la cinta se inicia a ritmo de punk rock con una canción que versa Intrépidos punks, intrépidos punks, en las carreteras y ciudades también, robando al que sea, rompiendo siempre la ley. En las motocicletas, con sus chavas van. Buscando aventuras, adoran a Satán. Sexo, drogas, violencia... siempre buscan acción, sexo, drogas violencia ¡y mucho rock’n’ roll! lo que apenas unos segundos después de que comience ya nos da una idea del nivel artístico de lo que vamos ver, y entonces –tras los títulos de crédito, muy punks eso sí- vemos como unas integrantes de la banda atracan un banco disfrazadas de monja en un ejercicio del más puro nunsploitation. A partir de ahí amiguitos, un argumento –ah, pero ¿hay argumento?- de lo más simplón en el que la que Fiera –interpretada por la actriz erótica Princesa Lea- secuestra a las mujeres del director y el médico de una prision para liberar a Tarzán, el líder de la banda –llevado a la pantalla por el luchador El Fantasma-, mientras dos agentes de la ley los persiguen a todos para acabar con sus desmanes.
Recuerdo que en la mítica serie de la BBC2 The young ones, a veces y sin venir a cuento aparecían en el comedor de la casa de los protagonistas bandas como los Motörhead y tocaban algún tema. En esta película también vemos como los punks violan a unas mujeres en una casa y de pronto aparecen en la salita los Three souls in my mind –un grupo rockero mexicano, de antes de que Maná echase por los suelos la reputación musical del país- disfrazados de punks gay apocalípticos. En fin amiguitos, que poco más se puede contar de Intrépidos punks más que es un documento de factura low cost con interpretaciones patéticas y un diseño de producción de pena, una excusa para mostrarnos las andanzas de un grupo de asesinos, violadores y ladrones sobre ruedas que viven en una cueva disfrazados de punks de opereta –sus pintas me han recordado un poco a aquella cinta de Walter Hill titulada The Warriors en la que algunas de las bandas, por muy violentas que fuesen, se vestían y maquillaban como músicos afeminados de glam metal- se dedican a recorrer las carreteras sembrando la destrucción abandonándose a sus vicios mientras son perseguidos por la ley. Aún así, la importancia de la obra como sublime exaltación del cine basura más extremo la hace recomendable e imperdible para todo piltrafilla que se precie. Yo aún no he reaccionado.
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