Y eso que odio esta tradición importada de otras culturas, pero cuando la hija de uno ha invitado a sus primas a cenar y quiere disfrazarse de espectro lo cierto es que es hora de aceptar que la tradición autóctona de las castañas y los boniatos se difumina en la tétrica noche de las calabazas sonrientes.
lunes, 31 de octubre de 2011
Joachim Lapotre
Hoy os traigo a Joachim Lapotre, un fotógrafo francés que aplica gran parte de su talento y creatividad en el ámbito publicitario y que nos permite advertir en sus trabajos –en los que la manipulación posterior tiene gran importancia- lo mucho que su amor por la pintura influye en la concepción y resultado final de estos.
Cabezas de Hidra – Capítulo segundo (III)
4
Cuando Gerard colgó el auricular, no daba crédito a lo que acababa de saber. Y lo peor no era la estafa, sino quien la estaba llevando a cabo. Podía tratarse de una casualidad, tenía que investigarlo, pero el nombre de Alejandro Romero coincidía sospechosamente con el del presidente y principal accionista de Central Foods, compañía propietaria de Fast Pizza. Sin comentar el tema con su inmediato superior ni, por supuesto, con sus compañeros, Gerard se dedicó a alternar su trabajo diario con la comprobación de las facturas de odontología compensadas por la mutua durante los últimos meses. Al principio, como era de esperar, el exhaustivo seguimiento a través de la base de datos fue infructuoso. Pero a los veintidós días exactos de la llamada de su amigo, Gerard localizó una factura emitida por un tal Doctor Antonio Arcusa, médico estomatólogo. Todo parecía en regla, sin embargo la dirección de Girona que constaba en el membrete correspondía a una calle de la que no existía tal numeración, y el teléfono que se indicaba pertenecía, en realidad, a una pescadería. Una posterior consulta al Colegio de Estomatólogos confirmó lo que Gerard ya intuía; no tenían constancia de la existencia de ningún Doctor Arcusa.
Gerard estaba exultante. Una vez identificado el nombre de la mutualista infractora, no fue difícil comprobar cada una de las facturas que se le habían compensado desde su ingreso en Fast Pizza. Entonces, a Gerard se le ocurrió algo: ¿ Y si hubiese más de un mutualista implicado ?, ¿ Y si al cerebro de aquel engaño se le hubiese ocurrido utilizar a más Doctores Arcusa ficticios para llevar a cabo la operación?
Programó la búsqueda en la base de datos y vio como sus predicciones se cumplían y su excitación aumentaba. A la vista de las fechas, el fraude se remontaba a cinco años atrás, y ascendía a casi treinta millones de pesetas.
Tenía que mantener todo aquello en secreto, al menos de momento. Si conseguía dejar al descubierto algo tan importante, pensó, lo más seguro era que le aumentasen el sueldo. Y con una hipoteca a treinta años sangrándole cada mes, no estaba en disposición de descartar esa posibilidad. Pero, por desgracia, era consciente de que debía cerciorarse de si el que había ideado el engaño, y la respuesta que imaginaba a sus pesquisas le daba mucho miedo, era quien sospechaba. En eso no podía dejarse llevar por la intuición.
Días después, telefoneó a Tomás. Quería pedirle que consiguiese de la mujer que le había contado la historia, alguna documentación que apoyase aquel embrollo de manera fehaciente. Pero el favor que pedía a su amigo era, al parecer, demasiado grande.
- Mira -dijo Tomás-, no es por pereza, pero es que preferiría no volver a hablar con ella.
- Pero es que es muy importante que me hagas este favor. Todo lo que me contaste puede sacar a la luz un lío de enorme envergadura y, si no consigo pruebas, el que va a acabar hundiéndose en la mierda voy a ser yo.
Gerard ya sabía, después de oír la negativa de su amigo, que poco podría hacer para convencerle. Las relaciones entre Tomás y sus ocasionales amantes acostumbraban a ser breves. Pero Gerard quiso intentarlo.
- Lo siento -replicó Tomás-, pero no me lo pidas más. Aquella tía era una pesada y no tengo ningunas ganas de volver a hablar con ella. Si quieres, te puedo dar el teléfono de la oficina en la que trabaja. Se llama Elena, y su marido es el administrador de la empresa.
Gerard aceptó.
- Está bien -dijo, y apuntó en un pequeño papel de notas, uno de esos Post-it amarillos con una franja adhesiva al dorso, el teléfono de Elena junto a su nombre. Luego continuó charlando un rato con su amigo. Hablaron sobre la necesidad imperiosa de preparar una de sus habituales excursiones gastronómicas de fin de semana, y Tomás aprovechó para comentar sus más recientes, y como siempre exageradas, anécdotas acerca de sus conquistas mientras Gerard atendía divertido a sus explicaciones y dibujaba distraídamente pequeños corazoncitos alrededor del número de teléfono de Elena.
5
Pocos días después, casualmente, como siempre ocurre en estas ocasiones, Anna, la mujer de Gerard, descubrió el Post-it con el nombre de Elena. No pudo remediarlo. Mientras observaba el papelito amarillo, sintió como una oleada de calor crecía en su interior. Anna tuvo que sentarse. Notaba aquella sensación de ahogo subiendo por sus muslos, revolviéndole el vientre y ascendiendo por su tórax mientras le comprimía los pulmones para, finalmente, enroscarse en su garganta atenazándola. Se daba perfecta cuenta de que, si se calmaba e intentaba racionalizar sus absurdos temores, superaría aquel momento de crisis. Sabía también que, en la mayoría de los casos, los celos eran infundados y no se trataban más que de una manifestación patológica de miedos e inseguridades soterrados en el subconsciente. Pero era más fácil pensarlo que hacerlo. Por mucho que intentaba autoconvencerse, no podía hacer nada contra aquella situación. ¿ Como podía haber sido su marido tan descuidado ?. Se decía lo equivocada que estaba, quería creerlo con todas sus fuerzas, pero inmediatamente se le ocurrían mil argumentos para rebatirse a si misma. Y es que Anna conocía los nombres de las mujeres que formaban o habían formado parte de la vida de Gerard. Conocía a sus amigas de la universidad, a sus compañeras de trabajo, a antiguas compañeras del colegio, pero no lograba ubicar a esa tal Elena en su memoria. Tampoco se trataba de un familiar, de eso estaba segura.
Entonces, ¿ quien era Elena ?, y lo que más le carcomía las entrañas, ¿ que significaban aquellos corazones garabateados junto a lo que parecía su número de teléfono ?. Anna intentó calmarse. Pensó en marcar el número pero, rápidamente, descartó esa idea. Le daba pavor.
- Soy una tonta -pensó sentada al borde de la cama-, no tengo más que preguntarle. Seguro que la explicación será de lo más natural y verosímil.
Anna se levantó. Mientras caminaba hacia el salón, un súbito temblor nervioso sacudió sus piernas. No pudo evitar que las lágrimas brotasen de sus ojos y se dejó caer en el sofá. Luego, se dispuso a esperar a Gerard hojeando una revista e intentando tranquilizarse.
domingo, 30 de octubre de 2011
Lulu
Cara
Mañana es el día, tomorrow is the day. Y después de haber oído ya algunos temas de este álbum, espero a Lulu con una mezcla de curiosidad, miedo y apatía. La campaña que se han montado me ha parecido algo cansina pero la expectación es grande por saber lo que estas viejas glorias -¿sin nada nuevo que ofrecer?- nos traen este final de 2011, acaso la puntilla definitiva a su –megaexitosa, todo hay que decirlo- carrera. No sé, I don’t know. Del bueno de Lou no puedo deciros nada, porque será una leyenda y blah, blah, blah, pero nunca me gustó así que no me apuntaré ahora al carro de los supuestos entendidos que ensalzan sus virtudes –que seguro que las tiene- musicales. Pero yo soy un metalhead alimentado en los 80 cojones y estos experimentos no hacen otra cosa que llenarme de incertidumbre. En fin, alea jacta est.
Cruz
Amiguitos, ¿a quién quiero engañar? He intentado por todos los medios callarme lo que ahora os voy a decir, intentando mantener la ilusión y dejando que descubráis por vosotros mismos la triste –aunque previsible- realidad, que no es otra que constatar que Lulu es una puta basura, algo por lo que uno -ni siendo die hard fan de Metallica- pagaría un sólo céntimo de euro. Es más, hace unos cuantos días –benditas redes p2p- que lo estoy escuchando concienzudamente y debo deciros con cierta pena que no lo querría ni que me lo regalasen. Vamos, que estoy dispuesto incluso a escuchar dos o tres veces seguidas el infame St. Anger para desinfectar mi cerebro. Y lo de Lou Reed roza el delito, eso ni es cantar ni nada. Sería necesario borrar su estúpida voz de todas las canciones y coger algunos riffs de aquí y algunos arreglos de allá para conseguir medio álbum instrumental con un mínimo de calidad. Por eso, y aunque vocalmente sea una mierda –perdón por ser tan crudo- deciros que de salvar lo insalvable me quedaba -haciendo muchos esfuerzos- con la parte musical de Iced Honey y Dragon –excepto los primeros tres minutos- y con partes sueltas de Pumping Blood o Frustration. En fin, que si amáis a esta banda o a lo que en tiempos significó, olvidad que este experimento ha existido.
El perfecto anfitrión
Y para terminar mi repaso al cine que he visto esta semana os quiero recomendar la sorprendente El perfecto anfitrión, un thriller atípico construido en torno a un guión inteligente, bien hilvanado y lleno de giros. La historia que en apariencia nos cuenta es la de John Taylor, un delincuente que acaba de atracar un banco y herido busca un sitio en el que esconderse. Así entra en casa de Warwick Wilson, un tipo amable que está preparando la cena para unos amigos. Este primer largometraje de un tal Nick Tomnay –realizador, montador y co-responsable del guión- nos presenta un juego de engaños en el que el espectador es la principal víctima.
El perfecto anfitrión es una comedia negra con un inicio excitante, un desarrollo en el que se encadena sorpresa tras sorpresa –es cierto, quizás ya sepáis que se basa en el concepto del cazador cazado, pero eso no hace que os imaginéis lo que va a ocurrir- y un David Hyde Price soberbio. Piltrafillas, no leáis ni una crítica más y sobre todo no busquéis el tráiler. Afrontad la visión de esta cinta como lo hice yo, pensando que quizás me arrepentiría de haberla escogido... y creedme, no lo haréis. Hacedme caso, corred a por ella.
Bésame, monstruo
Mi siguiente película es una más de las de la filmografía del prolífico Jesús Franco, realizador fetiche de este blog, ni más ni menos que Bésame, monstruo, rodada a finales de los 60 y protagonizada por las guapas Janine Reynaud y Rosanna Yanni –secuela de El caso de las dos bellezas, con las mismas protagonistas dando vida a las investigadoras Labios Rojos y Regina- en el papel de dos mujeres de acción que ocultan su identidad como artistas de cabaret –tan bellas como inteligentes- que se dedican tanto a delinquir como a colaborar con las autoridades, aunque siempre en su propio beneficio. En esta ocasión, la cinta comienza con las dos amigas llegando a casa tras haber conseguido una misteriosa caja roja propiedad del desaparecido Dr. Bertrán. En esas que se presentan de improviso el agente Malou de la policía y el inspector Kramer de la Interpol dispuestos a interrogarlas sobre el mencionado doctor. A partir de ahí, gracias a un flashback, se desarrollará la trama en la que las compañeras nos explicarán todas las aventuras que han tenido que vivir para conseguir la caja roja, un objeto en el que mucha gente está interesado.
Como podéis imaginar, Bésame, monstruo es un thriller menor de lo más casposo que alterna acción con la belleza de las protagonistas y las localizaciones exóticas del Caribe –en realidad se trata de Marbella y localidades de Murcia y Aicante-, a la que algunos han criticado por lo aparentemente caótico de la trama y la realización, pero que –vista gran parte de la filmografía de Franco- no me parece ni mucho menos de lo peor de su obra. Es más, en cuanto al diseño de producción se nota que contó con más dinero del que habitualmente disponía. En resumen amiguitos, un comic divertido y simpático para pasar la tarde del sábado después de tomar el café, junto a –cómo no- una copa de suave y aterciopelado ron añejo colombiano.
Attack the Block
Amiguitos, si recientemente ya os recomendaba la genial Red State que acabó siendo –me alegra coincidir con el jurado- la ganadora del festival de Sitges de este año, hoy os traigo a la que se llevó el Premio Especial del jurado, el del público y el de la crítica. Me refiero a Attack the Block, una especie de Super 8 ambientada en un bloque de pisos del extrarradio de Londres –sólo que aquí los chicos no ruedan películas y corretean en bici, sino que atracan a la gente y trafican... aunque, ahora que lo pienso, es cierto que también corretean en bici- protagonizada por un tal John Boyega que –físicamente- parece algo así como un proyecto de Denzel Washington. Con mucho menos presupuesto que la de Abrams y Spielberg, Attack the Block nos cuenta la historia de unos chicos –delincuentes juveniles a los que en una situación normal desearíais abofetear, pero que aquí caen simpáticos- que viven en una barriada periférica de Londres y que a las órdenes de Moses, su líder, deberán defender sus hogares de la invasión de unos alienígenas peludos de grandes fauces.
Attack the Block se convierte entonces en una mezcla de Alien y Goonies suburbiales -con detalles que recuerdan a la francesa La Horda- en la que unos chicos alejados del estereotipo de clase media unen sus fuerzas para salvar a sus vecinos y redimen sus pecados ante la sociedad. La verdad es que cuando me enteré de su existencia no me llamó demasiado la atención, pero ahora que la he disfrutado no puedo hacer otra cosa que recomendaros su visión. Tiene un poco de humor, un poco de acción, un poco de sangre, varios sustos, su ritmo no decae durante todo el metraje, los efectos especiales son más que aceptables pese a la limitación de presupuesto, los personajes son creíbles y –pese a tener una buena cantidad de escenas nocturnas- se hace muy fácil de ver. En resumen, que se trata de una película palomitera que gustará y distraerá a los que encontraron Super 8 demasiado previsible e infantil, pero que –no os engañéis- tampoco es una obra maestra de terror alienígena. Aún así, es cine fantástico del bueno, al menos es lo que se desprende del palmarés de Sitges y –parafraseando a Elvis y su álbum de grandes éxitos 50,000,000 Elvis Fans Can't Be Wrong- los más de 100.000 espectadores que han pasado por el festival no pueden estar equivocados.
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