La segunda película de la que os voy a hablar es Samurai Princess, otra creación de los autores de Tokyo Gore Police y Machine Girl –ambas presentadas ya en este blog- tan bizarra como sus predecesoras. La historia que nos explica esta peliculilla es la de una sociedad feudal que tiene lugar en un lugar indeterminado del tiempo en un universo alternativo en la que viven unos seres inmortales medio humanos y medio mecánicos denominados demonios que se dedican a asesinar a la gente normal para utilizar partes de su cuerpo en la creación de nuevos congéneres. En una de sus correrías, asesinan a 11 muchachas y un médico loco crea una guerrera ninja con partes de todas ellas. Cuando esto ocurre, una monja budista insufla en el cuerpo de la chica las almas de las once compañeras dando como resultado a Samurai Princess, una vengadora que tendrá como objetivo destruir a los demonios causantes de su desgracia. Sin embargo ella misma es un demonio y sólo podrá redimirse acabando con los engendros mecánicos y con su propio creador, el médico loco. Para ello se valdrá de las múltiples armas que tiene repartidas por su cuerpo entre robótico y frankensteniano y de la ayuda de otro joven demonio que aún conserva la bondad en su persona. Estúpido ¿verdad?
Amiguitos, interpretaciones patéticas, un argumento idiota –lo del tipo portando una guitarra eléctrica en lugar de una katana para luchar contra sus enemigos a fuerza de tocar fieros riffs es de antología-, diseño de producción de bajo presupuesto... pequeños detalles que nos hablan del nivel de Samurai Princess. Sí señores, sangre a litros salpicando –literalmente- la cámara, interpretaciones de pena y cuerpos dotados de gadgets increíbles como la pierna sierra mecánica, las tetas volantes cortacabezas, el pene extensible cortador de extremidades o los brazos con cuchillas. Cerebros sanguinolientos, ojos, vísceras, miembros cercenados... en fin, un despiporre ultragore al que sólo nos podemos tomar como un inmenso comic. En fin piltrafillas, una típica basura de serie Z nipona para consumir con palomitas, cerveza –mucha cerveza- y pizza gomosa, toda una delicatessen para megafreaks como vosotros.
Amiguitos, interpretaciones patéticas, un argumento idiota –lo del tipo portando una guitarra eléctrica en lugar de una katana para luchar contra sus enemigos a fuerza de tocar fieros riffs es de antología-, diseño de producción de bajo presupuesto... pequeños detalles que nos hablan del nivel de Samurai Princess. Sí señores, sangre a litros salpicando –literalmente- la cámara, interpretaciones de pena y cuerpos dotados de gadgets increíbles como la pierna sierra mecánica, las tetas volantes cortacabezas, el pene extensible cortador de extremidades o los brazos con cuchillas. Cerebros sanguinolientos, ojos, vísceras, miembros cercenados... en fin, un despiporre ultragore al que sólo nos podemos tomar como un inmenso comic. En fin piltrafillas, una típica basura de serie Z nipona para consumir con palomitas, cerveza –mucha cerveza- y pizza gomosa, toda una delicatessen para megafreaks como vosotros.
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