viernes, 30 de marzo de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo decimosexto (I)


"Oderunt peccare boni virtutis amore, oderunt peccare mali formidine poenae"
( Ovidio )

1


Esa mañana, a la hora del desayuno, Pierre tenía unas inmensas ojeras.
- Órale hermano, ¿ no has dormido bien ? -le preguntó Jimmy mientras se servía café.
- No, no mucho -contestó Pierre-, ¿ se me nota ?.
- Sí -dijo Amir, que acababa de entrar en la cocina y se disponía a dar cuenta de unas tostadas recién hechas-. Toda la noche has estado moviéndote y mascullando en sueños.

Omar entró en la cocina.
- Buenos días.
- Buenos días -le respondieron al unísono.

Aunque no era del todo cierto, Pierre se sentía realmente como si en toda la noche no hubiese podido pegar ojo. Lo cierto es que había conseguido dormir algo, pero su descanso no había sido todo lo plácido que hubiese deseado, más bien al contrario. La imagen de aquella joven del parche en el ojo se le había aparecido en medio de múltiples escenas de fornicación, penes erectos que escupían semen y vulvas enormes y lubricadas que, dotadas de dientes, engullían personas en una orgía de sangre. Mientras apuraba su café, pensó en ello por unos instantes y acabó achacándolo a un exceso de cansancio provocado por la frenética actividad de los últimos días. Así pues, decidió quitárselo de la cabeza y no darle mayor importancia.
- Venga -dijo-, que hoy iremos al Forum Les Halles.

2

El complejo lúdico y comercial de Les Halles, dotado de tiendas, restaurantes, grandes almacenes, piscinas municipales, enlaces con la red de Metro, pérgolas a nivel de la calle, museos y la sede del Parque Oceanográfico Cousteau, entre otras ofertas de interés, se había inaugurado en 1979, en los terrenos del antiguo emplazamiento del mercado de frutas y hortalizas de París. El Forum garantizaba, a cualquiera que lo visitase, un montón de horas de distracción y diversión.

El grupo pasó allí toda la mañana y, al llegar el mediodía, los cuatro se encaminaron hacia el centro de arte Georges Pompidou. Tenían la intención de visitar una exposición dedicada a Duchamp y Man Ray. Cuando llegaron a la explanada del museo, saltimbanquis, faquires y payasos actuaban para un público variopinto, turistas en su mayoría, a cambio de una monedas.



- Pero, míralo. Amir, por Dios ¿no tuviste bastante ayer?
Pierre y Omar casi tuvieron que arrastrar a su amigo, quien pretendía posar para un caricaturista.
- Es que los de la Place du Tertre no me convencieron.
- Pues éstos son iguales -le dijo Omar.
- Si fuesen buenos artistas -añadió Pierre riendo- no estarían en la calle, expondrían ahí dentro.

Una par de horas más tarde abandonaban el museo. Estaban hambrientos, por lo que su principal objetivo en esos momentos fue buscar algo con lo que alimentarse. No muy lejos encontraron un establecimiento cuyo mostrador daba directamente a la acera. La especialidad del local era una suerte de inmenso bocadillo de pan crujiente relleno de cordero picante adobado, patatas fritas y cebollinos, todo ello bien oleoso, que el dependiente y a la vez cocinero dispensaba medio envuelto en una hoja de papel de periódico. Amir y Jimmy no pudieron resistirse a la tentación de probar algo tan, digámoslo así, exótico.

- ¿ De verdad os vais a comer eso ? -preguntó Pierre asqueado.
- Y tanto -se apresuró a responder Amir, que ya comenzaba a salivar-. ¿ Tu no querrás ?
Por si existía alguna duda sobre la respuesta, la cara que puso Pierre dejó claro su completo rechazo a tal esquisitez.
- Ni pensarlo. ¿ Tiene frankfurts ? -le preguntó al cocinero, quien respondió afirmativamente.
- Póngame uno, con mostaza y tomate por favor.
- A mi otro -solicitó Omar.
- Y cuatro coca-colas -añadió Pierre.
- Para mi no -interrumpió Jimmy-, yo prefiero un par de birongas. Tengo ganas de ponerme carmelito.
- Está bien -rectificó Pierre-, tres coca-colas y dos cervezas, si es tan amable.

Pierre dio media vuelta y se dispuso a esperar que les entregasen la totalidad del pedido. Por lo que podía observarse del interior del establecimiento, prefería no ver el proceso de elaboración. Justo entonces, cuando estaba un poco apartado de sus amigos, algo le sobresaltó.
Estaba inmóvil, al otro lado de la calle, y le observaba. Se trataba de la misma joven del parche en el ojo que había visto fugazmente el día anterior y con la que había soñado. No podía ser una casualidad.

- Ya está -dijo Omar-, ya podemos marchar.
Amir masticaba con fruición su cordero adobado.

- ¿ Te pasa algo tío ? -preguntó Jimmy, que veía como la cara de su amigo se había tornado pálida.
Pierre, turbado, miró a sus amigos y se disculpó.
- Mirad, ahora no os lo puedo explicar, pero tengo que irme. Nos veremos luego, no os preocupéis.
Cuando cruzó la calle, la chica dio media vuelta y comenzó a alejarse con paso lento.
- ¿ Pero, qué le pasa ? -volvió a preguntar Jimmy.
- ¿ Quien era esa a la que miraba ? -exclamó Amir con la boca llena y rezumando aceite-, ¿ la habíais visto antes ?
- No, pero era toda una cuerota -contestó Jimmy, acariciándose las caderas y contoneándose femeninamente.
- Una tía buena -tradujo Omar a su primo antes de tomar el liderazgo del grupo.
- Venga, vamos a comer. Esta noche nos enteraremos de todo.
- Me pido el frankfurt de Pierre -gritó Amir.
- Míralo. Pero si están hechos con cerdo -les advirtió Jimmy escandalizado.
- Cuando hay hambre no importa. Además, nunca he sido un buen musulmán -contestó Amir provocando una sonora carcajada en sus amigos.
- Mi abuelo -añadió Omar- tenía un dicho que alguna vez he oído de boca de mi padre : Come bien, caga fuerte, y no temas a la muerte.

Y entre risas, los tres amigos saciaron su apetito en la tranquilidad de una pequeña y fresca plaza ajardinada, a salvo del sofocante calor que azotaba París.

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