miércoles, 31 de mayo de 2017

Daantje Bons


Y despido hoy el mes con Daantje Bons, una artista neerlandesa que utiliza la fotografía como vehículo de expresión creativa. Tras estudiar Bellas Artes en Amberes, se trasladó a Breda, donde unos años más tarde se graduó en fotografía. En la actualidad reside en Utrecht –por cierto, una bonita ciudad por la que he tenido la suerte de pasear– basando sus obras en el concepto de femineidad.

martes, 30 de mayo de 2017

Marie-Louise Cadosch


Os presento ahora a Marie-Louise Cadosch, una estupenda fotógrafa suiza que se dedica a los reportajes de moda y belleza, el retrato y varios proyectos de carácter personal.

lunes, 29 de mayo de 2017

Roeg Cohen


Comienzo la semana con el fotógrafo canadiense Roeg Cohen. Natural de Toronto, pasó diez años de su vida en Nueva York y desde hace algunos reside en el sur de Florida, donde se dedica al retrato y los reportajes de moda.

domingo, 28 de mayo de 2017

Jeff Wack


Despido el último fin de semana de mayo con Jeff Wack, un artista californiano que utiliza la fotografía y la ilustración digital para crear sus obras. Formado en el Art Center College of Design de Pasadena, en la actualidad reside en Los Angeles y tiene en su haber numerosos premios. Se dedica a ilustrar pósters, libros, reportajes editoriales y carátulas de CDs y DVDs, contando entre sus clientes con firmas y publicaciones de la talla de Perrier, Godiva, Nestlé, Disney, Coca-Cola, Red Bull, Playboy, Universal Studios, Twentieth Century Fox, Atari, Heineken, Glamour Magazine, Wired, Fisher-Price o MGM Home Video.

Kekkô Kamen (1991)


Mi reseña del día –la última del mes– es para Kekkô Kamen, primera cinta con personajes reales de un total de once realizadas hasta la fecha, basada en el personaje homónimo ideado y dibujado por Gô Nagai –en efecto, el mítico creador de Mazinger Z– como parodia sexy de Gekkô Kamen, un personaje de ficción televisivo de finales de los 50. 


El manga se publicó en la revista Shonen Jump durante la segunda mitad de los años 70 y explicaba la historia de Mayumi Takahashi, colegiala de la Academia Esparta, un infame instituto cuyos sádicos profesores psicópatas encuentran satisfacción sexual en torturar y humillar a las estudiantes. La única protección que Mayumi tiene es la de Kekkô Kamen, una heroína que viste unicamente guantes, botas, una bufanda y una máscara con orejas de conejo. Lo sé, amiguitos, se trata de un argumento infame pero tratándose de ficción japonesa ya sabéis que colegialas, sexo y sadismo son conceptos muy arraigados en las fantasías de la sociedad nipona, tan avanzada en algunos aspectos como degenerada en otros. 


Además de los cómics y las series de anime, como os he dicho antes, también se han rodado películas con actores reales con Kekkô Kamen como protagonista. La que os comentaré es la primera, fechada en 1991. Ignoro si es la mejor –lo dudo a tenor del resultado– pero al menos es la que inauguró la saga, que ya es algo. Dirigida y escrita por Hikari Hayakawa, lo primero que vemos es como en medio de una noche de tormenta, unos encapuchados portando velas suben cuales monjes en procesión por una escalera que lleva hasta la buhardilla de lo que parece una gran mansión. Allí rodean una especie de meteorito alienígena, del que aparece un tipo con la cara pintada vestido de joker. Entonces nos enteramos de que nos encontramos en la Academia Esparta de educación femenina y que el recién llegado es el villano Uña del pie de Satán, que conmina a sus adoradores a torturar a sus alumnas. Luego vemos como un profesor de anatomía bastante desquiciado se dispone a abrir en canal a un gato vivo para luego escoger a una de las estudiantes amenazando con hacérselo a ella. Es entonces cuando aparece en escena Kekkô Kamen, con sus tetas al aire, dispuesta a impartir justicia y le arrea un buen mamporro en la cabeza al profesor, que además del golpetón, se lleva un buen castigo de Uña del pie de Satán. Y sí, sus guardaespaldas van vestidos de soldados nazis. Total, luego el profesor de judo se dedica a abrirles a las chicas el kimono hasta que –por supuesto– vuelve a aparecer en escena Kekkô Kamen para poner remedio a sus desmanes. 


Total, amiguitos, interpretaciones de pena, calidad de bajo nivel y un guión que en cómic puede resultar entretenido y divertido pero que al ser llevado a la pantalla con actores reales resulta patético –con escenas tan ridículas como la del profesor de judo balanceando su pene ante la heroína enmascarada mientras esta, que no olvidéis que va desnuda, se tapa los ojos escandalizada como el resto de las alumnas de la clase– y que hacen de esta Kekkô Kamen una obra digna de ser degustada únicamente por frikis como yo, capaces de disfrutar tanto con la belleza más emotiva como con exponentes abyectos de basura visual como este. Y lo más sorprendente es que después de esta se rodaron una decena más de títulos. Increíble. En fin, para afrontar con una buena copa de ron añejo cerca.