Hace mucho que no les dedico una entrada a los cocinillas erotómanos que pueblan el ciberespacio, y voy a hacerlo comentando la receta de Calamares al vino que me preparé ayer y –a juicio de mi señora esposa- me quedaron de rechupete. Voy a estructurar los pasos y a dar las cantidades para dos personas... aunque, cuando una de ellas soy yo, el tema de las cantidades se descompensa un poco. En fin, comienzo.
1. Comprar seis gambas grandes y seis calamares medianos enteros, sin limpiar. Tanto en el caso del calamar como en el de la sepia, me gusta el color y sabor que proporciona la piel.
2. Limpiar bien los calamares, vaciándolos, quitando ojos, pico y cortándolos en rodajas.
3. Saltear con un poco de aceite las gambas, quitarles las cabezas y reservar.
4. Sofreír a fuego bajo cebolla en juliana, unas guindillas, un diente de ajo picado, perejil, pimenton dulce y granos de mostaza negra. Cuando adquiera color y la cebolla se haya pochado, añadir tomate triturado y sal. Retirar.
5. Por otro lado, freír el calamar bien escurrido con aceite y un pellizco de sal a fuego suave en una sartén tapada. Ir vigilando que no se pegue y dar vueltas regularmente hasta que el calamar esté tierno. Eliminar el exceso de líquido y echar medio vaso de vino tinto para seguir cociendo a fuego bajo hasta que veamos que se ha evaporado la mitad del vino.
6. Añadir el tomate sofrito, las gambas y dos vasos de caldo de pescado –se puede utilizar una pastilla Avecrem o el agua de hervir las cabezas de gamba chafadas.
7. Seguir cociendo a fuego suave sin dejar de remover de tanto en tanto hasta que el líquido haya desaparecido casi por completo y haya formado una salsa espesa.
8. Dejaremos reposar hasta la hora de comer, momento en el que calentaremos hasta arrancar el hervor y retiraremos del fuego.
A mi me gusta acompañar estos calamares con unas patatas fritas o un poco de arroz hervido y colado.
Y por supuesto, untaremos pan crujiente y beberemos vino blanco seco o semidulce muy frío.