martes, 6 de marzo de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo decimotercero (II)



2

Pero de aquello ya había pasado algún tiempo, dos días concretamente, y el apartamento de los Aubry estaba ahora desocupado. Madame Parroux, la administradora del inmueble, había subido al tercer piso para colocar en la ventana un letrero avisando de la disponibilidad de la vivienda pero, cuando regresaba a su casa, en los bajos del mismo edificio, alguien que acababa de traspasar el umbral de la calle llamó su antención.

- Perdone.
- Sí, ¿ quien es ? -Madame Parroux se giró sobresaltada. No podía ver la cara de su interlocutora, ya que el sol le daba a ésta por detrás, pero pudo advertir que se trataba de una mujer joven y de espléndida figura.
- Creo que uno de los apartamentos está en alquiler, ¿ no es así ?.
- Sí, así es -contestó-. Precisamente ahora vengo de colocar un letrero en su ventana anunciándolo.
La joven sonrió.
- Vaya, pues lo siento pero va a tener que quitarlo -dijo acercándose a Madame Parroux.
- Oh, ¿ está usted interesada en él ?
- Sí señora, es decir, si usted no tiene nada en contra.
- Por supuesto que no, al contrario.
- Lo que desconozco -añadió la joven- es la documentación que necesito.

Madame Parroux abrió la puerta de su casa, algo más confiada al poder ver de cerca a la joven.
- Haga el favor de entrar, y no se preocupe, que yo me encargaré de todo. Por cierto -dijo de pronto, antes de que la desconocida franquease la puerta-, ¿ no querría antes subir a echar un vistazo ?.
- No, no será necesario -contestó ella-, seguro que es lo que ando buscando.
- En tal caso, adelante.

A Madame Parroux no le pareció del todo normal aquella reacción. De hecho, tampoco le parecía nada normal que la chica llevase un parche en el ojo. No sabía si esto último era una excentricidad o, por el contrario, ocultaba algún tipo de malformación. Pero, por otra parte, había temido que pasase tiempo antes de que el apartamento de los Aubry se ocupase. Ahora, viendo la rapidez con la que había encontrado una inquilina, consideró que su natural desconfianza debía pasar a un segundo plano.
- Y a mi que me importa -pensó mientras ofrecía asiento a la joven-, mientras pague las mensualidades, por mi puede llevar parche, loro y pata de palo.



3

Algunos días más tarde, poco después de tomar el desayuno, cuatro amigos salieron a la calle en pos de una nueva jornada de turismo. El primer destino de la mañana era el barrio de La Defense. Cuando llegaron a la amplia avenida peatonal orillada de esculturas, jardines y fuentes, aun no se habían sacudido de encima la somnolencia que arrastraban.
El distrito constaba de imponentes edificios de acero y hormigón que se elevaban desafiantes hacia el cielo y albergaban oficinas, grandes almacenes y centros de ocio. Al final del paseo central estaba la monumental Grand Arche. Los cuatro amigos se dirigieron hacia la arcada y subieron a su mirador. Luego, de vuelta a tierra firme, se dedicaron a pasear por la zona y visitar todos los establecimientos comerciales, en especial la FNAC, en donde adquirieron algunos cd. Algo cansados por la caminata, al mediodía acabaron descansando en un pequeño parque.
Una nueva mañana había transcurrido y el hambre hacía acto de presencia una vez más. Antes de salir de casa habían puesto en una bolsa, que le había tocado acarrear a Amir, diversos emparedados triangulares de cordero con salsa Perrin's, de pavo con mostaza y de atún con mayonesa y huevo duro. De postre tenían naranjas y, para beber, habían comprado unas Coca-colas. El apetito hizo que lo devorasen todo en pocos minutos.

- Estoy lleno -dijo Pierre, acariciándose el estómago mientras se tumbaba junto a una jardinera rebosante de gladiolos-. Necesito descansar un buen rato.
- Pues yo me he quedado con hambre -replicó Jimmy-. ¿ Quien ha preparado los bocadillos ?
- Amir y yo -respondió Omar, dando un último sorbo a su refresco antes de estirarse sobre un banco.
- Pues a ver si mañana preparáis alguno de salami o de tocino, que aquí hay gente que sí que puede comer cerdo.
- ¿ No te gusta el cordero ? -le preguntó Omar sin abrir los ojos.
- Odio el cordero -contestó Jimmy, y se sentó junto a Pierre con la espalda recostada en un abedul y la cara medio tapada por la visera de su gorra de los Celtics de Boston.

Amir, que ni estaba cansado ni tenía sueño, dedicó una mirada condescendiente a sus amigos y se dispuso a observar a los transeúntes que paseaban por las cercanías.

Cuando se pusieron en marcha de nuevo, se encaminaron hacia el Metro. El objetivo de esa tarde era deambular por los alrededores de la basílica de Sacre-Coeur. Cuando llegaron, decidieron no entrar y dedicarse a disfrutar del barrio y de las vistas de la ciudad que se extendía bajo sus pies. A Amir, en principio, le hacía gracia que algún dibujante de la Place du Tertre le hiciese su caricatura. Finalmente, después de comprobar la calidad de las obras que pudo ver, decidió no prestarse a ello. Eso sí, se dedicó a pasear entre los puestos de los pintores para disfrutar del ambiente bohemio que se respiraba. Tras tomar una Perrier con limón en un café de la plaza, el grupo atravesó Montmartre, pasó ante la fachada de la Ópera, cruzó por delante de la Madelaine, se hizo una foto fingiendo que entraban en Maxim's y, al fin, desembocó en la Place de la Concorde.

El cielo había adquirido una bonita tonalidad azul salpicada por destellos anaranjados que el sol, acercándose a su ocaso, dibujaba en el horizonte, sobre los tejados. Cuando los cuatro amigos estaban a punto de coger de nuevo el Metro para regresar a casa, vieron como, a poca distancia, comenzaba a arremolinarse una multitud en torno a un escandaloso indigente. Éste, totalmente ebrio al parecer, portaba en su mano izquierda un tetra-brik de vino barato, tenía los ojos desmesuradamente abiertos en dirección a algún punto indeterminado de la muchedumbre que asistía al bochornoso espectáculo, y se mostraba aterrado por algo que solo él parecía capaz de ver.

- Y por su aspecto -gritaba entrecortadamente, alzando los brazos y dando pasos vacilantes-, las langostas parecían caballos pertrechados para la guerra. Y en sus cabezas portaban coronas que parecían de oro, y sus caras eran como las humanas y tenían largas cabelleras de mujer. Y sus dientes eran como dientes de león, y tenían cola de escorpión,.... y aguijón. Y reconocían como rey al ángel del abismo, Abaddón.

Alguien intentó acercársele para prestarle su ayuda, pero el borracho no se dejó tocar y huyó despavorido sin dejar de gritar.
- Dejadme, dejadme pobres ciegos. Él ya está aquí, ¿ es que no lo veis ?
- ¿ Quien está aquí ? -preguntó uno de los que había oído sus últimas palabras.
- Ni idea -dijo otro.
- Será el delirium tremens -apostilló una señora.
- No sé -añadió un individuo de mediana edad con aire pensativo-, pero lo que estaba gritando ese desgraciado era un pasaje del Libro del Apocalipsis.

La señora le miró como si le hubiesen hablado en chino.
- Pues eso -repitió-, el delirium tremens.
Entonces, el gentío se dispersó.

1 comentario:

Lai dijo...

37. [C] “… Pero de aquello ya había pasado algún tiempo, dos días concretamente…”
Me parece poco serio, ¿qué quiere que le diga? ¿Bastante tiempo 2 días concretamente?
¡Amos baranda!
[C] “… Ahora, viendo la rapidez con la que había encontrado una inquilina, consideró que su natural desconfianza debía pasar a un segundo plano…”
Muy bien pillado el egoísmo de la “peña”. Me gusta.
[C] “… emparedados triangulares de cordero con salsa Perrin's, de pavo con mostaza y de atún con mayonesa y huevo duro. De postre tenían naranjas y, para beber, habían comprado unas Coca-colas…”
No se crea, que me hace mucho tilín a estas horas…
[C] “… El cielo había adquirido una bonita tonalidad azul salpicada por destellos anaranjados…”
¡Ah la luz de Paris!
[C] “… Abaddón…”
¡Ignorantes!
El fin se acerca y el mal presenta su autentica faz.
Veo que ha leído acerca del tema.
¿Cree Vd. en estas cosas?
Salu2 de buenas noches