Y aunque no tenga nada que ver en teoría con la anterior película, os recomendaré una cinta que en el fondo está relacionada con el mismo tema y es -en mi opinión- mucho más comprometida que la anterior. Os hablo de El escritor, la última obra de Roman Polanski. El argumento –que se desarrolla en dos horas de metraje- nos cuenta la historia de un escritor que es contratado por el ex-Primer Ministro británico Adam Lang para acabar su autobiografía después de que el ayudante del político falleciera en extrañas circunstancias. Para ello, el escritor se desplazará a una isla de la costa este de los Estados Unidos en donde reside Lang junto a su esposa y el gabinete de secretarias comandado por Amelia Bly, la asistente personal del político. Es entonces cuando el Tribunal de La Haya decide admitir a trámite una demanda contra Adam Lang por crímenes de guerra relacionados con su actuación en la ocupación de Irak.
Amiguitos, en un entorno invernal, húmedo, desértico y sombrío, se desarrolla una historia que entremezcla la investigación del escritor sobre la extraña muerte de su predecesor y cierta información sensible con la que este podría haber dado, la relación entre Ruth –la mujer de Lang-, su marido y Amelia y el trasfondo del acoso del Tribunal de La Haya a Lang. Por una parte creo que hay que ver en ciertos aspectos de la historia un paralelismo entre Lang y el propio Polanski, el primero aislado en su mansión de los Estados Unidos mientras en Europa instruyen una investigación sobre sus actos y el segundo refugiado en su casa de Suiza mientras la justicia estadounidense reclamaba su extradición. Sin embargo me ha sido imposible dejar de identificar a Lang con Tony Blair o a Hatherton –una compañía relacionada con la industria armamentística- con la Halliburton del vicepresidente Cheney. En fin piltrafillas, que si bien no se trata de una película redonda, la verdad es que me ha parecido muy distraída, con un buen desarrollo de la tensión argumental –pese a su duración no se me ha hecho larga en absoluto- y una fotografía que en algunos momentos es preciosa –y es que el paisaje da para ello- además de unas interpretaciones aceptables, sobre todo por parte de Brosnan. Eso sí, el mensaje final es desalentador. Claro que, no se de que me extraño. No puedo finalizar la reseña sin hacer mención de la agradable sorpresa de encontrarme con John Belushi –a algunos les será difícil de identificar, la edad no perdona- así como con un avejentado en exceso Eli Wallach a quien parece ser que en la próxima edición de los Oscar se le entregará una estatuilla como reconocimiento a su carrera. Vamos, que el bueno de Eli debe estar en las últimas.
Amiguitos, en un entorno invernal, húmedo, desértico y sombrío, se desarrolla una historia que entremezcla la investigación del escritor sobre la extraña muerte de su predecesor y cierta información sensible con la que este podría haber dado, la relación entre Ruth –la mujer de Lang-, su marido y Amelia y el trasfondo del acoso del Tribunal de La Haya a Lang. Por una parte creo que hay que ver en ciertos aspectos de la historia un paralelismo entre Lang y el propio Polanski, el primero aislado en su mansión de los Estados Unidos mientras en Europa instruyen una investigación sobre sus actos y el segundo refugiado en su casa de Suiza mientras la justicia estadounidense reclamaba su extradición. Sin embargo me ha sido imposible dejar de identificar a Lang con Tony Blair o a Hatherton –una compañía relacionada con la industria armamentística- con la Halliburton del vicepresidente Cheney. En fin piltrafillas, que si bien no se trata de una película redonda, la verdad es que me ha parecido muy distraída, con un buen desarrollo de la tensión argumental –pese a su duración no se me ha hecho larga en absoluto- y una fotografía que en algunos momentos es preciosa –y es que el paisaje da para ello- además de unas interpretaciones aceptables, sobre todo por parte de Brosnan. Eso sí, el mensaje final es desalentador. Claro que, no se de que me extraño. No puedo finalizar la reseña sin hacer mención de la agradable sorpresa de encontrarme con John Belushi –a algunos les será difícil de identificar, la edad no perdona- así como con un avejentado en exceso Eli Wallach a quien parece ser que en la próxima edición de los Oscar se le entregará una estatuilla como reconocimiento a su carrera. Vamos, que el bueno de Eli debe estar en las últimas.
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