Piltrafillas, lo cierto es que hay pocos coches que me resulten tan poco atractivos como los Nash, una marca que a mediados de los años acabó formando parte de American Motors Co. Sin embargo, cuando el británico Donald Healey decidió construir un coche deportivo para participar en las 24 horas de Le Mans usando como base el motor de un Nash Ambassador creó una pequeña joya que hoy os doy a conocer. En cuanto el Nash-Healey consiguió el meritorio cuarto puesto en la edición de 1950 de la citada carrera, su salto a la cadena de montaje con el fin de poner en la carretera una edición limitada de roadsters fue la consecuencia natural.
A finales de 1950 salieron a la calle 38 unidades y en la primavera del año siguiente ya fue de 104 el total de vehículos Nash-Healey de dos puertas que circulaban por Europa. Tras un corto periodo de tiempo, Pininfarina entró en el proyecto diseñando una nueva carrocería de la que se construyeron 150 unidades. Corría 1952 cuando en Chicago se presentó un modelo roadster cuyo motor fabricaba Nash en Wisconsin, ensamblaba Healey en Inglaterra y “vestía” Farina en Turín. En 1953 se diseñó un modelo hardtop y en 1954, después de haberse construido 506 Nash-Healey, se detuvo la producción de este elegante automóvil.
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