domingo, 14 de septiembre de 2008

Bocadillos



Os anuncio solemnemente que a partir del próximo lunes me voy a poner a dieta. Sí amiguitos, una vez más voy a intentar bajar de peso sometiéndome a un régimen alimenticio estricto. Os contaré que hasta el 1 de Junio de 2003 era fumador, a ritmo de poco más de una cajetilla diaria. Una buena mañana tiré lo que me quedaba de un paquete de Marlboro y decidí que la adicción no podía ganarme. Sin parches de nicotina, sin acupuntura, sin pamplinas, únicamente con determinación. Y lo conseguí.

Sin embargo, con la comida sé que no tendría tanta fuerza de voluntad. Me gusta comer, me gusta cocinar, me gusta mirar los programas de cocina y soy de los que en ocasiones me llevo al wc libros de recetas. Soy un friki, y no me importa. Lo que sí me importa es que 1.85m de altura y más de 120 kg de peso no es una buena relación. Por eso comienzo -una vez más- la dieta... aunque con una pequeña trampa. Durante toda la semana seré estricto, no me desviaré del camino y soportaré estoicamente mi adicción al placer de engullir alimentos porque sólo me guiará un objetivo, llegar al fin de semana y desayunar el sábado un bocadillo y una cerveza. Lo sé, eso no es régimen pero ¿tanto me va a engordar un bocadillo en el marco de toda una semana de pollo y pescado a la plancha, ensaladas y verdura hervida? No, pues claro que no, y me servirá para tener algo de alegría en la mesa –aunque sea una vez a la semana- y no caer en una depresión.

Por todo ello, hoy, en el apartado de mis recetas de cocina os hablaré de dos bocadillos que me encantan y que voy a alternar sábado a sábado. Para ambos necesitaremos pan de ciabatta bien fresco y crujiente que abriremos y untaremos con tomate. Aquí van.


Sardinas. En el interior del pan colocaremos rodajas finas de tomate para ensalada, sardinas en escabeche y láminas finas de pepinillo en vinagre.

Queso. En el interior extenderemos pimientos rojos asados, queso rulo de cabra, filetes de anchoa y canónigos.

¿Qué os parece, os animáis a prepararlos? Son verdaderamente sabrosos y, si los acompañáis de una cerveza tipo pilsener bien fría, seguro que os enamoran y repetís. En fin amiguitos, a ver cuanto aguanto sin asaltar la nevera.

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