Amiguitos, si una cosa os debe quedar clara de tener pensado visitar Ámsterdam es que en esa ciudad los peatones no tienen derechos. Las calles pertenecen a los coches y a los tranvías, en segundo lugar a las bicicletas y luego –no en todas partes- a lo mejor queda espacio para una pequeña acera en la que los viandantes pueden jugar a sentirse los amos. El problema es que hay tanta gente que uno siempre acaba poniendo el pie fuera del área reservada... y eso es peligroso, como mínimo para los nervios. Lo que en el resto del mundo se conoce como zona peatonal, en Ámsterdam es un concepto vacío, un espacio mortal en el que circulan los tranvías y hordas de ciclistas a gran velocidad pasan a pocos milímetros de uno. Y eso no es todo. El sentido de una calle sólo vale para los automóviles, porque tanto tranvías como bicicletas ¡como motocicletas! –que tienen el estatus de bicicleta motorizada- pueden aparecer por cualquier parte. Por si fuera poco, los semáforos no están hechos para estos vehículos de dos ruedas y –de hacerlo- cuando te avisan de que se acercan, lo hacen para que te apartes o te detengas tú... porque ellos no lo hacen. Sin embargo, pese a tal caos de bicicletas, triciclos, motos o minicoches de cuatro ruedas y pequeña cilindrada –a los que se permite incluso aparcar sobre la acera al ser considerados algo así como una bicicleta motorizada cubierta- que se sortean entre ellos, a los automóviles, a los tranvías, a los lugareños a pie y a los miles de estresados turistas al borde de un ataque de corazón en cada esquina, no he sido testigo de accidente alguno a lo largo de los días en los que he pateado las calles adoquinadas de la ciudad. Y es que, a veces, el mejor y más adrenalínico deporte de riesgo es simplemente salir a la calle.
miércoles, 20 de agosto de 2014
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4 comentarios:
Buenas instantáneas, Majestad. Sobre todo me gustó la primera, fíjate.
Gracias, maestro.
Y yo que pensaba que advertirías la fina ironía de la octava :P
Pues ponte cómodo, que publicando una selección cada día... tengo hasta la semana que viene ocupada.
En realidad me gustan todas, máster, así que estaré atento al resto de las instantáneas. Tengo pendientes las mías de Barcelona, pero es que estoy de un perezoso que te cagas. ¿Fina ironía en la octava? Desembucha.
Bueno, niego la existencia de un Dios, que el hombre ha creado a su semejanza -y no al revés- y me voy a Ámsterdam y en pleno centro levanto la vista y me encuentro con eso... en fin. Mañana más.
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