Piltrafillas, algunos ya lo sabéis, ayer lunes regresé de pasar unos días en Ámsterdam. Y debo deciros que me ha sorprendido agradablemente. Vamos, que no esperaba demasiado de una ciudad que escogí por descarte y me ha gustado mucho. Es cierto que no tiene demasiadas cosas puntuales que ver... pero a mi, que lo que me gusta es callejear y patearme las ciudades más que coleccionar monumentos, me ha permitido entrar en contacto –además de con miles de turistas como yo- con los habitantes del lugar, que me han parecido muy abiertos y simpáticos.
Por contra, este viaje también me ha hecho recordar el tema de la seguridad en los aeropuertos. ¿Alguien ha escuchado alguna vez que un cinturón hiciese caer un avión? No, ¿verdad?... entonces ¿por qué cojones me lo tengo que quitar? La respuesta está clara: para humillarme, para dejarme claro que mis pantalones están en manos de la autoridad del aeropuerto y me los pueden hacer bajar cuando deseen. Puro mensaje subliminal. ¡Ojo!, y en El Prat te tienes que quitar hasta los anillos, pero es que en Schiphol te cachean a mano descubierta –ponte guantes al menos, madafacar- hasta por detrás de la goma de los calzoncillos. Y las botellas de plástico con Fanta de limón... ¿son susceptibles de explosionar en vuelo? De ninguna manera, pero aquí sí que se les ve el plumero: si pudiésemos entrar bebidas que cuestan en el súpermercado de 50 a 60 céntimos no gastaríamos de 2 a 3 euros por las mismas en los puestos del aeropuerto, una zona pretendidamente libre de impuestos en la que por fuerza todo tendría que ser más barato.
Luego llega el tiempo de espera extra, los asientos para pigmeos en aeronaves que cada vez más parecen autobuses con alas, las dimensiones máximas del equipaje de mano –que varían en cada compañía en lugar de estar reguladas y estandarizadas internacionalmente, por lo que lo que sirve en Vueling no vale en Transavia, por ejemplo- y la cinta de recogida de equipajes, en la que empleados poco cualificados arrojan –literalmente- tus maletas. Lo dicho, que visitar otros lugares es altamente gratificante pero cuando se invente el teletransporte será mucho más cómodo para todos, porque el viaje en si es lo más pesado de las vacaciones.
Sin embargo, aún tengo que estar contento: por lo menos he podido escapar de la rutina unos días. Prueba de ello es la serie que inicio hoy en la que podréis ver una selección de las instantáneas que he tomado. Espero que os gusten.
Por contra, este viaje también me ha hecho recordar el tema de la seguridad en los aeropuertos. ¿Alguien ha escuchado alguna vez que un cinturón hiciese caer un avión? No, ¿verdad?... entonces ¿por qué cojones me lo tengo que quitar? La respuesta está clara: para humillarme, para dejarme claro que mis pantalones están en manos de la autoridad del aeropuerto y me los pueden hacer bajar cuando deseen. Puro mensaje subliminal. ¡Ojo!, y en El Prat te tienes que quitar hasta los anillos, pero es que en Schiphol te cachean a mano descubierta –ponte guantes al menos, madafacar- hasta por detrás de la goma de los calzoncillos. Y las botellas de plástico con Fanta de limón... ¿son susceptibles de explosionar en vuelo? De ninguna manera, pero aquí sí que se les ve el plumero: si pudiésemos entrar bebidas que cuestan en el súpermercado de 50 a 60 céntimos no gastaríamos de 2 a 3 euros por las mismas en los puestos del aeropuerto, una zona pretendidamente libre de impuestos en la que por fuerza todo tendría que ser más barato.
Luego llega el tiempo de espera extra, los asientos para pigmeos en aeronaves que cada vez más parecen autobuses con alas, las dimensiones máximas del equipaje de mano –que varían en cada compañía en lugar de estar reguladas y estandarizadas internacionalmente, por lo que lo que sirve en Vueling no vale en Transavia, por ejemplo- y la cinta de recogida de equipajes, en la que empleados poco cualificados arrojan –literalmente- tus maletas. Lo dicho, que visitar otros lugares es altamente gratificante pero cuando se invente el teletransporte será mucho más cómodo para todos, porque el viaje en si es lo más pesado de las vacaciones.
Sin embargo, aún tengo que estar contento: por lo menos he podido escapar de la rutina unos días. Prueba de ello es la serie que inicio hoy en la que podréis ver una selección de las instantáneas que he tomado. Espero que os gusten.
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