Mi nuevo tocadiscos

Piltrafillas, hoy por fin –tras casi diez años sin poder hacerlo- una aguja se ha deslizado por los surcos de uno de mis vinilos. Así es. Me he pasado los últimos años escuchando cedés en el coche, utilizando YouTube como proveedor de Mp3 y descargando álbumes de páginas diversas para disfrutarlos desde el PC. Sin embargo, mis amados álbumes reposaban en la librería languidenciendo al amparo del recuerdo de tiempos pasados. 

Eso no significa que en todo este tiempo no haya comprado vinilos –lo de los cedés se acabó hace tiempo-, lo que incluso ha provocado siempre la chanza de un amigo que se dedica a la pedagogía de adolescentes con psicosis y que más de una vez me ha comentado lo digno de estudio que le parece el comportamiento de los que adquirimos vinilos para dejarlos en una estantería. 

Total, que se va a la basura mi viejo aparato –el reproductor de cedés no funciona, una de las pletinas enmudeció hace años y el tocadiscos no tiene ni aguja ni correa- y desde esta mañana cobra vida mi nuevo aparato. La pregunta –a las 8:20 am, el calor no me dejaba dormir más- era ¿con qué vinilo inauguro esta nueva etapa? 

La cuestión no era baladí. No se trataba de elegir un LP, ya que lo que buscaba era comprobar que el mecanismo funcionaba correctamente y los altavoces también. Así pues, he pensado que con un single tendría bastante ¿pero cual? Mi decisión ha sido inmediata. 

El primer plástico que debía desvirgar a la aguja de mi nuevo tocadiscos tenía que ser mi última adquisición, el mítico Whiskey in the jar. Todo ha salido perfecto. En fin amiguitos, que aquí estoy, a mis años, como niño con zapatos nuevos, esperando que la familia me deje un rato solo para poder –ahora sí- poner todo un long play sobre el giradiscos. Ya tengo decidido cual va a ser, sin duda uno de esos que hasta hoy aun descansaban en la librería sin desprecintar.

Por cierto, Whiskey in the jar suena así de bien.