Así es, amigos y seguidores de esta sección, hoy voy a intentar plasmar en palabra escrita mis sensaciones ante Jugulator, con la voluntad de ser objetivo y quizás –quién sabe- reconciliarme con él. Con un par. Y es que después de la edición en 1990 por parte de los de Birmingham del brutal Painkiller y su correspondiente gira mundial de presentación, Robert John Arthur Halford –conocido por el humilde sobrenombre de Metal God- abandonó Judas Priest con el fin de respirar otros aires lejos de sus compañeros desde hacía decadas. Siete años, nada más y nada menos, llevó a los Priest sacar un nuevo álbum de estudio –en realidad fueron menos, ya que hasta 1992 Halford no dejó oficialmente la banda y colaboró con ellos mientras se mantuvieron ocupados en el recopilatorio Metal Works ’73-’93- con un desconocido Tim “Ripper” Owens a las voces, un imitador de Halford –creo que ahí la cagaron- que venía de tocar en una banda tributo llamada originalmente –ironía- British Steel. Aprovecho para recomendaros la visión de Rock Star, cinta de 2001 protagonizada por Mark Wahlberg, basada en la historia de Owens y con colaboraciones musicales de alto nivel.
Y en 1997, producido por los guitarristas K.K. Downing, Glenn Tipton y Sean Lynch –ingeniero y responsable de las mezclas de Baptizm of fire, el álbum en solitario que Tipton editó el mismo año-, Judas Priest sacó al mercado el decimotercer disco de estudio de su carrera, un álbum grabado en los Silvermere studios con un joven vocalista de Ohio al frente y sin el carismático Halford a su lado, un Halford –por cierto- que un año después decidiría salir del armario y anunciar al mundo metálico su homosexualidad. El infierno se abría bajo los pies de la parroquia metalhead. Completaban la formación el eterno Ian Hill al bajo y el solvente Scott Travis a la batería, que tanto servía para un roto como para un descosido y que –después de debutar en Painkiller y formar parte de los Fight del huído Halford- volvía a Judas Priest.
Sin embargo –y ahora es cuando uno debe sincerarse y aceptar la evidencia lejos de la pasión, que acostumbra a obnubilar el juicio-, este Jugulator NO ERA NADA DESPRECIABLE. Con portada de Mark Wilkinson diseñada por Andie Airfix, el track list era:
Jugulator
Blood stained
Dead meat
Death row
Decapitate
Burn in hell
Brain dead
Abductors
Bullet train
Cathedral spires
El principio de Jugulator –tema y álbum- promete, es de esos inicios que –cual perro de Pavlov- le hacen a uno salivar de emoción. No son los Priest de siempre, cierto, pero las guitarras afiladas están ahí y los gritos agudos de Owens imitando a Halford tambien. Blood stained comienza atronador, con una batería y unos riffs casi thrash, pero ¿puede ser?, a mitad del tema podemos advertir unas líneas vocales a lo Alice in Chains. Dead meat y su bombo apisonadora nos introducen en un nuevo tema que, con la voz de Halford nos hubiese parecido genial pero que –mea culpa- a muchos de los puristas defensores del line up clásico nos pareció otro despropósito más. Hoy debo sincerarme con vosotros y admitir que Jugulator no es Screaming for vengeance pero es un gran álbum. Death row es una pasada de tema, de mis preferidos. Decapitate es –en mi opinión- un pelín repetitivo y sigue con la tónica general del álbum, guitarras con baja afinación, distorsiones, incluso encontramos más efectos de sonido e inserciones a lo White Zombie.
El inicio de Burn in hell podría ser perfectamente el de una canción de Slayer, no os digo más y es de largo el mejor tema del cedé. Brain dead comienza con unas sirenas –acaso un guiño a la memoria para Breaking the law- y en seguida se torna en un nuevo muro sónico de guitarrazos crujientes aunque repetitivo y sin demasiado interés, al menos hasta un final que me gusta mucho. Entonces comienza Abductors, otro tema con acústicas y cambios de ritmo en el que quien se luce de verdad es el estupendo Scott Travis, con unos Tipton y Downing intentando reinventarse, un Ian Hill al que se oye de tanto en tanto y un Tim Owens al que simplemente le pidieron que hiciese lo que mejor sabía, imitar al gran Metal God. Bullet train es otra de mis favoritas, más de lo mismo en la senda Painkiller, y Cathedral spires pone el punto final al álbum con una canción que de nuevo me recuerda –al menos en su inicio- a Alice in chains.
Total, que con la distancia que otogan los años transcurridos y en frío –admito que en aquel momento hubiese quemado en la plaza pública al pobre de Owens- creo que Tim hizo un buen trabajo y los Priest editaron una digna continuación del rompedor Painkiller. Lo de Maiden con Bailey fue harina de otro costal.
Disfrutadlo sin complejos.
¡Feliz fin de semana!
© King Piltrafilla
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
2 comentarios:
Buen disco. Mejor de lo que la gente cree. A Ripper, como a Blaze en 1995, le tocó bailar con la más fea. ¿Cómo afrontar la leyenda del Metal God en la sombra mientras intentas hacer tu trabajo? Me encanta Burn In Hell; sé que es muy típico decirlo, pero Scott Travis se sale ahí.
Así es, yo me he reconciliado con él escribiendo esta entrada. El siguiente no fue tan bueno... pero tampoco fue culpa de Owens. Y este Jugulator es más que aceptable. Pero claro, cómo olvidar a Halford, sobre todo cuando se escoge para substituirlo a un tío que canta exactamente igual. Y sí, es tópicazo... pero Scott fue un estupendo fichaje. Saludos.
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