David Hamilton es uno de los fotógrafos más populares del mundo, o al menos lo era en los 80. Nació en Londres y vive en una mansión cerca de Saint Tropez. Lo que yo os diga amiguitos, hay muchos fotógrafos, pero el que consigue la fama se hace de oro. Mientras era el director artístico de la revista English, estudió arquitectura y diseño de interiores antes de comenzar a flirtear con la cámara. Años después, establecido en París como director de la revista Printemps, escogió dedicarse a la fotografía exclusivamente. Trabajó para Vogue, Oui, Playboy..., en fin, los magazines de siempre. Pero si Hamilton es conocido es por ser el pionero del soft-focus –tanto que incluso acabó tomando el nombre de Estilo Hamilton-, imitado hasta la saciedad. Esa técnica, que difumina la imagen fotográfica, la hace parecerse a un cuadro impresionista y a mi no me gusta demasiado. Sin embargo –aún dedicando gran parte de su obra al erotismo de grado bajo- ese estilo que parece interponer un velo entre las modelos y el observador le ha permitido aparecer en infinidad de calendarios, pósters o postales sin sufrir censura alguna. Hamilton también ha dirigido algunas películas de supuesto erotismo que –como Bilitis- me resultan de lo más cargante y aburridas. Aún así, no se le puede negar al hombre la importancia que en la fotografía del siglo XX ha tenido.
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