Ahora piltrafillas, un nuevo momento nostalgia de este que os escribe. Hace más de veinte años -¡Diós, como pasa el tiempo!- el King Piltrafilla era un friki de los cómics. Nunca me gustaron demasiado los de superhéroes, pero, ah amiguitos, era todo un fan del cómic español y europeo, sobre todo por la revista CIMOC –de la que tengo todos sus números- y METAL HURLANT. Pues bien, como os podéis imaginar, el menda también asistía religiosamente cada año al Salón del Comic. En esos eventos –nada que ver con las actuales masificadas ferias dedicadas casi exclusivamente al manga, que por aquel entonces no se conocía mucho- lo que importaba era conseguir algún autógrafo acompañado por el correspondiente dibujillo de alguno de los autores que visitaban el Salón. A veces, los frikis no sabíamos quien narices era el tipo que estaba repartiendo dibujos en un stand, pero eso no era un obstáculo. Lo primero era conseguir su obra, ya había tiempo luego para mirar la firma e identificar al autor.
Pues bien, en una ocasión –sería en el 83 o el 84- le tendí mi libreta para autógrafos –sí, sí, ya os he dicho que era un friki- a un individuo. Cuando me la devolvió con su dibujo, se me escapó algo parecido a “¿Y este tío por qué me ha dibujado a E.T.?” Al instante, mirando mejor el dibujo, vi que había metido la pata, pues aquel no era exactamente E.T. Sin embargo, el semblante del ilustrador no reflejaba enfado o contrariedad. Todo lo contrario, sonreía con cierta satisfacción. Ese hombre era Joaquín Blázquez, dibujante con muchos años de oficio detrás, que entre otras cosas, había dibujado en 1975 a un tal Melvin en una historieta para la revista Vampirella, de la editorial norteamericana Warren. Cuando Spielberg rodó la archiconocida E.T., Blázquez le demandó por apropiación de su diseño. La mencionada CIMOC publicó en su número 41, de Junio de 1984, una nueva versión –dibujada por el propio Blázquez- de la historieta original. Y lo cierto es que, E.T. no es Melvin, pero el parecido es casi del 90%. No hace falta deciros que Spielberg nunca aceptó el plagio y Joaquín Blázquez falleció tristemente dos años más tarde a causa de una hemorragia cerebral, obsesionado y enfermo de depresión a causa del reconocimiento negado de la paternidad de ese primerizo E.T.
No es este dibujante un autor comparable –siempre desde mi humilde punto de vista- a otros que he reseñado aquí, como Corben, Bisley o Sienkiewicz. Pero, aunque solo sea para recordar su infructuosa y particular lucha contra molinos, este es su lugar.
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