Piltrafillas, vaya por delante que soy un enamorado de los coches bonitos y de los deportivos con encanto, siendo capaz de disfrutar ante la belleza de sus líneas e incluso del sonido de sus motores. Es decir, que no es extraño que desde simpre me hayan llamado la atención los muscle cars estadounidenses. Ahora bien, creo que a veces se han cometido algunos excesos. Es el caso del automóvil del que os quiero hablar hoy, el Plymouth Roadrunner Superbird. Fabricado por Chrysler en 1970, se trata de una modificación del Roadrunner de cara a su participación en las pruebas de NASCAR que siguió a la que el año anterior efectuó Dodge con su Charger Daytona. Lo malo –en mi opinión- es que se homologó para su uso como vehículo de calle, algo para lo que creo que este bólido no estaba hecho. Y lo opino yo y –al parecer- muchos de sus potenciales compradores, ya que la práctica totalidad de los poco más de 1.900 Superbird construidos se quedaron escondidos en los concesionarios más de dos años, hasta que algunos vendedores decidieron reconvertirlos en el Roadrunner original de 1970 para quitárselos de encima. Y es que, pese a llamar poderosamente la atención –no se puede negar-, esa estética de avión sin alas resultado de añadir un enorme alerón y un puntiagudo frontal aerodinámico quizás ayudaba a ganar carreras, pero era poco indicado para llevar a la novia a un autocine. Eso sí, tenía su encanto.
domingo, 29 de diciembre de 2013
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