Hoy comienzo mis reseñas de cine con la interesantísima película española Una vela para el diablo, una cinta de 1973 dirigida por Eugenio Martín que pese al título no tiene nada de película demoníaca y tiene más relación con las historias de asesinos en serie que con las de adoraciones satánicas. Protagonizada por unas estupendas Aurora Bautista y Esperanza Roy, nos cuenta como dos hermanas solteronas –Marta, la mayor y una beata extrema y Verónica, más apocada y superada por los acontecimientos- que regentan una casa de huéspedes en uno de esos pueblos de la España profunda de los 70 con paredes encaladas y mujeres vestidas de negro acaban por accidente con la vida de una turista extranjera a la que reprenden por tomar el sol en topless. A Marta, la desequilibrada personificación de la reprimida sociedad rural hispana de los 70, se le ocurre que el suceso ha sido un castigo divino y ella la simple mano instrumental por lo que a partir de ese momento encararán la llegada al pueblo de deshinibidas turistas con ajustados shorts, sucintas blusas y moralidad disoluta con voluntad de defender la virtud y las buenas costumbres. La llegada al hostal de Laura Barkley –hermana de la fallecida- complicará las cosas.
Al parecer, la cinta fue masacrada por la censura, no tanto visualmente sino por la relación entre Marta y Verónica ya que paralelamente al argumento nos encontramos con el aspecto de la represión sexual como desencadenante de la escalada sangrienta, con una Verónica enamorada de un joven empleado del hostal, a cuya relación asiste muerta de celos y deseo una desequilibrada y dominante Marta con ligeros atisbos lésbicos. Amiguitos, Una vela para el diablo es una de esas películas españolas rodadas en inglés para el mercado internacional que contaba en su reparto con intérpretes variopintos. Así –además de las dos insuperables estrellas patrias-, tenemos a Blanca Estrada o al mismísimo realizador cambiando sus nombres por Blanche y Eugene respectivamente, al sevillano Víctor Alcázar utilizando el pseudónimo de Vic Winner, a la estrella británica Judy Geeson como reclamo para el mercado anglosajón y a una Lone Fleming –actriz danesa establecida en Madrid- que aporta exotismo, participaría en más proyectos de Eugenio Martín e incluso acabaría casandose con él. Con un guión muy acertado, una buena fotografía, música de órgano, montaje notable, misterio, gotas de erotismo, algo de sangre y unas interpretaciones fantásticas de Bautista y Roy, Una vela para el diablo es una película de lo más recomendable.
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