Sleeping Beauty

Inicio las reseñas de hoy con la glamourosa, visualmente preciosa, pero también aburrida y estúpida Sleeping Beauty. Se trata de una cinta australiana en la que se nos cuenta la historia de Lucy, una estudiante que limpia mesas en un bar, comparte piso, frecuenta un bar de copas, busca sexo casual con hombres para costearse estudios y alojamiento y mantiene una relación poco clara con Birdman, un tipo que desayuna cereales con vodka, parece arrastrar algún tipo de problema psíquico y vive en un apartamento minúsculo. Un día Lucy contesta un anuncio y conoce a Clara y Thomas, que la convierten en Sarah. Su primer trabajo va a ser haciendo de camarera vestida con lencería en una rica mansión en la que elegantes caballeros y una dama cenan servidos por chicas semidesnudas. El trabajo está muy bien pagado y Lucy no tarda en solicitar a Clara más servicios. Así es como le proponen un trabajo aparentemente fácil y que consiste en quedarse dormida completamente desnuda.

En fin amiguitos, los habituales ya sabéis que soy bastante sincero en mis recomendaciones. Quizás a algunos les sorprenda que considere a algunas cintas de lo más casposo obras que no os debéis perder, pero la verdad es que hay películas de serie B o de peor calidad incluso que resultan divertidas, amenas y en las que la falta de pretensiones es precisamente lo que las convierte en interesantes. Por ello, cuando se trata de todo lo contrario, no puedo más que advertiros de ello. Y en Sleeping Beauty no hay absolutamente nada que la haga merecedora de vuestro tiempo si exceptuamos –claro está- el interés morboso que despierta ver a Emily Browning –piel aterciopelada, cuerpo aniñado, labios carnosos- desnudándose a lo largo del metraje. De hecho no he entendido nada. Ni se sabe lo que ha conducido a Lucy a esta situación, ni qué pasa con su madre –se intuye una relación complicada como mínimo-, ni quién narices es Birdman, ni nada de nada. Total, que la película es lenta, tediosa, la historia patina y la labor interpretativa tampoco destaca demasiado que digamos. Y por cierto, el presentar a Sleeping Beauty como cuento de terror –me reiría si no fuese patético- o decir en la sinopsis que Lucy siente la necesidad de conocer lo que pasa cuando está dormida, como si ese fuese el leit motiv de la cinta, son un par de ejemplos de la gran mentira que supone esta opera prima como realizadora de Julia Leigh. Con todo ello no me queda más que recomendaros que paséis totalmente de la película y –si sois seguidores de la Browning- os quedéis con los fotogramas que adjunto.