Y para acabar la sesión de cine semanal nada mejor que All the boys love Mandy Lane –en nuestro país Seducción mortal-, una intranscendente y palomitera cinta slasher teen protagonizada por Amber Heard, tan previsible que a los cinco minutos de película cualquiera con un mínimo de experiencia en el visionado de este tipo de cintas ya sabe quien es el asesino, o eso imagina. Por suerte, la factura de la película es correcta, la fotografía no está mal y algo inexplicable hace que no pulsemos la tecla de stop y nos abandonemos al placer –refresco en mano- de disfrutar de un producto tan poco original que –quien sabe- a lo mejor nos da al final una sorpresa.
El argumento es simple a más no poder. En un entorno de drogas, sexo y fiestas de instituto –hervidero de jóvenes echados a perder, carne de fracaso escolar- la preciosa Mandy, una chica sensible y huérfana que vive con sus tíos, no encaja en absoluto. Simpática y con un cuerpo escultural, al regreso del verano la chica despierta el deseo de sus compañeros y la envidia entre sus compañeras sin ser demasiado consciente de ello. Sin prestarse a los juegos de seducción del resto del instituto, conforme avanza el curso, la casta Mandy deja de ser una amenaza para sus promiscuas compañeras –entre las que destaca Chloe, la típica pija engreída- y es algo así como el utópico trofeo anhelado por los chicos, que compiten entre si para captar su atención.
Piltrafillas –aunque me aparte un poco de la crítica de la cinta- debo deciros que All the boys love Mandy Lane es paralelamente el retrato desalentador de una juventud adinerada con acceso a cocaína, marihuana y alcohol sin otra meta que la de follarse los unos a los otros. En el otro lado deben estar los jóvenes sin dinero, sin cultura, sin objetivos, que viven en barrios azotados por la violencia cuyo futuro más problable es morir en el seno de una banda o a manos de ellas. Y en este mundo globalizado en que modas y comportamientos sociales se propagan a la velocidad de la luz, me pregunto si hay tanta diferencia entre esos chicos y nuestros hijos y me da miedo pensar lo difícil que debe ser mantenerse en equilibrio sin inclinarse a un lado o a otro del filo de la adolescencia. Pero dejemos las paranoias de padre de preadolescente y volvamos a la cinta.
Un día, Red –uno de los porreros del instituto- invita a Mandy a su rancho. La idea es dar allí una inolvidable fiesta de fin de curso, nada más y nada menos que tres tíos y tres bomboncitos ¿alguien duda de cual es el objetivo de la fiesta? Pero la aventura va a resultar menos divertida de lo que piensan todos y las muertes van a comenzar a sucederse. Lo dicho, poco original pero algo diferente a las cintas de adolescentes de bajo presupuesto a las que estamos acostumbrados. Miradla.
El argumento es simple a más no poder. En un entorno de drogas, sexo y fiestas de instituto –hervidero de jóvenes echados a perder, carne de fracaso escolar- la preciosa Mandy, una chica sensible y huérfana que vive con sus tíos, no encaja en absoluto. Simpática y con un cuerpo escultural, al regreso del verano la chica despierta el deseo de sus compañeros y la envidia entre sus compañeras sin ser demasiado consciente de ello. Sin prestarse a los juegos de seducción del resto del instituto, conforme avanza el curso, la casta Mandy deja de ser una amenaza para sus promiscuas compañeras –entre las que destaca Chloe, la típica pija engreída- y es algo así como el utópico trofeo anhelado por los chicos, que compiten entre si para captar su atención.
Piltrafillas –aunque me aparte un poco de la crítica de la cinta- debo deciros que All the boys love Mandy Lane es paralelamente el retrato desalentador de una juventud adinerada con acceso a cocaína, marihuana y alcohol sin otra meta que la de follarse los unos a los otros. En el otro lado deben estar los jóvenes sin dinero, sin cultura, sin objetivos, que viven en barrios azotados por la violencia cuyo futuro más problable es morir en el seno de una banda o a manos de ellas. Y en este mundo globalizado en que modas y comportamientos sociales se propagan a la velocidad de la luz, me pregunto si hay tanta diferencia entre esos chicos y nuestros hijos y me da miedo pensar lo difícil que debe ser mantenerse en equilibrio sin inclinarse a un lado o a otro del filo de la adolescencia. Pero dejemos las paranoias de padre de preadolescente y volvamos a la cinta.
Un día, Red –uno de los porreros del instituto- invita a Mandy a su rancho. La idea es dar allí una inolvidable fiesta de fin de curso, nada más y nada menos que tres tíos y tres bomboncitos ¿alguien duda de cual es el objetivo de la fiesta? Pero la aventura va a resultar menos divertida de lo que piensan todos y las muertes van a comenzar a sucederse. Lo dicho, poco original pero algo diferente a las cintas de adolescentes de bajo presupuesto a las que estamos acostumbrados. Miradla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario