Pongo fin a mis reseñas cinematográficas con Ángeles y demonios, la segunda adaptación de una obra de Dan Brown llevada a a gran pantalla. Dejadme que os cuente antes de nada que me leí El código Da Vinci antes de la explosión mediática a nivel internacional a la que se vio expuesta. Tras el enorme éxito de ventas, la crítica purista vilipendió la obra de Brown por utilizar datos inexactos o directamente inventados o –sencillamente- por carecer de un estilo depurado, como si Dan Brown hubiese querido emular a Shakespeare en calidad más que hacerse rico gracias a un best seller. Hipocresía se llama eso. Mi postura por entonces fue clara. ¿No es la finalidad de una novela entretener?, ¿no es la ficción literaria precisamente eso, ficción?, y lo más importante, ¿no es quizás digno de alabar que los lectores se traguen falacias o invenciones como reales porque estas resultan verosímiles? Pues bien, cuando se estrenó la película pensé lo mismo. Quizás no era una gran película, quizás le sobraba algo de metraje y a lo mejor no se trataba de la mejor interpretación de Tom Hanks, pero era distraída, que es de lo que se trataba.
Hoy he disfrutado aceptablemente viendo esta Ángeles y demonios –que me ha distraído más si cabe ya que no había leído la novela original- con el mismo espíritu y ganas que con la anterior adaptación. No me he preguntado si lo que se exponía en la cinta era verdad, si las citas eran correctas, si los datos correspondientes al protocolo del Vaticano y su organización eran ciertos o si el napolitano Bernini era realmente autor de todas las esculturas que la película le atribuye. No amiguitos, lo único que he perseguido esta tarde ha sido pasar un buen rato viendo como el profesor Robert Langdon intentaba –sin excesivo éxito, no lo podemos negar- impedir el asesinato de cuatro cardenales por los Illuminatti y dar al traste con la amenaza que se cernía sobre la cuna de la Iglesia Católica. En definitiva, extensa película de intriga que os mantendrá en vilo, a no ser... a no ser que os dediquéis a hacer de detectives.
Hoy he disfrutado aceptablemente viendo esta Ángeles y demonios –que me ha distraído más si cabe ya que no había leído la novela original- con el mismo espíritu y ganas que con la anterior adaptación. No me he preguntado si lo que se exponía en la cinta era verdad, si las citas eran correctas, si los datos correspondientes al protocolo del Vaticano y su organización eran ciertos o si el napolitano Bernini era realmente autor de todas las esculturas que la película le atribuye. No amiguitos, lo único que he perseguido esta tarde ha sido pasar un buen rato viendo como el profesor Robert Langdon intentaba –sin excesivo éxito, no lo podemos negar- impedir el asesinato de cuatro cardenales por los Illuminatti y dar al traste con la amenaza que se cernía sobre la cuna de la Iglesia Católica. En definitiva, extensa película de intriga que os mantendrá en vilo, a no ser... a no ser que os dediquéis a hacer de detectives.
Sí amiguitos, ya lo he comentado en otras ocasiones. Será por culpa de los telefilmes que veía de pequeño –con Margaret Rutherford en el papel de Miss Marple- pero cuando veo una película que esconde la figura de un "malo" entre los protagonistas, me gusta desenmascararle antes de que todas las cartas estén sobre la mesa. Y una vez más, debo deciros que poco después de los primeros veinte minutos de película yo ya tenía serias sospechas sobre el particular que conforme avanzaba el metraje se iban confirmando. Es decir, que os tengo que recomendar también esta película pero ya os aviso de que no intentéis extraer la clave de la trama. Será mejor que el giro final os pille de sorpresa para evitaros la pequeña decepción –o victoria privada, depende de como os lo toméis- que supone que tras dos horas y cuarto, el malo sea aquel que imaginábais desde el principio.
2 comentarios:
Es usted un crack adivina los asesinos antes que nadie, no sé por que no se ha dedicado a la policia científica de los mossos d'esquadra.
Yo no he leído ninguna de las dos novelas, y si fuí al cine a ver las dos pelis. En ambos casos salí de la sala pensando: como se puede hacer una película tan poco emocionante con una historia tan buena?
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