Después de unos espléndidos y productivos años 80, los grupos que amaba entraron en una época confusa no exenta de cierto hartazgo o falta de ilusión. Y salvo honrosas excepciones, comenzó el declive de una época que musicalmente me marcó y definió. Llegaban los 90, amiguitos, el auge del grunge, el nu-metal y el formato CD. Claro que quizás la culpa fue mía y después de disfrutar con los trabajos ochenteros de los numerosos grupos a los que seguía, comencé a encontrarlos repetitivos y a fijarme en otros estilos. Y esa falta de frescura que advertía en los clásicos afectó incluso a mis adorados AC/DC que, como ya he contado en numerosas ocasiones, con su Back in black fueron uno de los cuatro grupos o artistas con los que inauguré mi afición por la música comprando mis primeras cintas de cassette.
Así, tras adquirir su The razors edge en cedé –exitoso y comercial álbum a la par que algo alejado del sonido habitual de la banda por el que se habían convertido en un mito viviente del hard rock– me aparté de ellos. Cinco años tardaron ellos en editar un nuevo elepé y muchos más tardé yo en hacerme con este Ballbreaker que hoy os presento y que –esta vez sí– se convertiría en el último lanzamiento de la banda que entraría en mi colección. Y si me dio por ello es porque, ya entrado en siglo XXI, me di cuenta de que dos temas con los que estaba obsesionado no pertenecían a ningún álbum de los que tenía. Se trataba de The furor y Burnin’ alive. Así, cuando Sony reeditó el Ballbreaker remasterizado, me hice con el vinilo en cuestión.
Grabado entre The Record Plant de Nueva York y los Ocean way studios de Los Angeles, Ballbreaker supuso el regreso de Phil Rudd a las labores de batería –despedido después de la grabación del infravalorado Flick of the switch, aquí la reseña– completando la formación que –con permiso de Bon– es considerada por muchos como la clásica de la banda, con Brian Johnson a las voces, Cliff Williams al bajo y Angus y Malcolm Young a las guitarras. Para la producción escogieron a Rick Rubin, con quien ya habían grabado la estupenda Big gun para la banda sonora de Last action hero (leed reseña de la BSO aquí) aunque al parecer este ejerció más de estrella que de verdadero productor, labor que acabó llevando a cabo Mike Fraser, que también hizo de ingeniero, grabó y mezcló el disco.
Con la dirección artística de Bob Defrin y portada en la que una elegante ilustración digital de Phil Heffernan sirve de fondo a una foto de Angus a cargo de Robert Ellis, Ballbreaker fue puesto en las cubetas de las tiendas de discos con el siguiente track list:
A
Hard as a rock
Cover you in oil
The furor
Boogie man
The honey roll
Burnin’ alive
B
Hail caesar
Love bomb
Caught with your pants down
Whiskey on the rocks
Ballbreaker
Las limpias notas de la guitarra de Angus a las que se van sumendo sus
colegas –en un recurso utilizado por la banda en numerosos temas de su
discografía como Hell’s bells, For those about to rock y un largo etcétera–
dan inicio a un Hard as a rock pegadizo y acedeciano al cien por cien. Para
corear y saltar sin parar. Igual de inconfundible es Cover you in oil, otro
temazo que sigue la fórmula mágica que el añorado Malcolm tenía en su cabeza
para crear canciones inolvidables y que Angus vestía con su genialidad. Le
llega el turno a The furor, una maravilla cuyas notas me siguen subyugando
como el primer día. Alucinante de principio a fin. Boogie Man es gruesa,
pantanosa, un blues rock de garito bañado en sudor en el que Angus nos regala uno de esos
solos con alma cargados de emoción. Le sigue The honey roll, otro estupendo
tema marca de la casa con el sonido inconfundible de Young & Co. Y la
primera cara del vinilo finaliza con otro tema imprescindible del álbum, ese
Burnin’ alive cadencioso y cautivador que, junto a lo escuchado hasta el
momento, deja el pabellón altísimo a la hora de encarar la cara B del
vinilo.
Esta se inicia con Hail caesar, alegre y hardrockera, seguida de Love bomb, otro tema marca de la casa que –en mi opinión– quedan ensombrecidas por el inmenso nivel de la cara A. Lo mismo se puede decir de Caught with your pants down, que suena a los AC/DC más clásicos pero que, pese a su correctísima ejecución, no aporta demasiado a la retahíla de himnos escritos por la banda. Con un inicio parecido al de The furor o tantos otros temas –la realidad es que si la fórmula funciona, para qué cambiarla– le toca el turno a Whiskey on the rocks, otra muestra de que este álbum recoge los mejores sonidos del pasado, los mezcla en una coctelera, los moderniza y los ofrece renovados a los fans de toda la vida que pusimos este disco al nivel de cualquier obra imprescindible de la banda. Y con un inicio a lo Rock and roll ain’t noise pollution, el tema título pone fin al vinilo con fuerza y energía. Me parece estar viendo a Malcolm en un rincón, moviendo la pierna rítmicamente mientras su hermano corretea arriba y abajo del escenario.
En resumen, un DISCAZO con mayúsculas que hoy me ha dado por traeros a este
espacio vinílico.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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