Mi entrada de este viernes se la quiero dedicar a una banda que, si bien considero de importancia capital en la historia de la música rock del siglo XX, no es de mis favoritas. Digamos que –al igual que esos que se declaran juancarlistas pero no monárquicos- soy más blackmoriano que purpleliano. Sin embargo, cuando el Mark II de Deep Purple editó su Perfect Strangers en 1984, fui uno de los que cayó rendido a sus pies. De hecho, mi primer concierto fue el de esa gira cuando pasaron por Barcelona. Tres años más tarde llegó The house of blue light, que a mi me encantó aunque la mayoría de las críticas no fueron demasiado benignas al –en mi opinión- cometerse el error de compararlo con el anterior. Sin embargo, el álbum que hizo correr más ríos de tinta fue su siguiente Slaves and masters, un disco que supuso una verdadera ruptura estilística con sus predecesores además de la desaparición del mapa –momentánea, eso sí- de Ian Gillan.
Así es amigos del vinilo, Deep Purple se metieron en los Greg Rike Productions studios de Orlando con el sufrido Roger Glover como jefe de filas oficial en orden a editar el que sería su decimotercer álbum de estudio –esta vez- con Joe Lynn Turner a las voces. Preguntado sobre el tema, Lord bromeaba que durante unos años hacían cada álbum preguntándose quién dejaría la banda después de grabarlo. Por eso intentaban hacerlo lo mejor posible, para que ese hipotético último álbum de Deep Purple fuese digno. Eso no ocurrió con Slaves and masters, una obra que Lord odiaba, sobre todo por culpa de Joe Lynn Turner. Al parecer, tras la huída –o despido- de Gillan, la banda pretendía hacerse con los servicios de Jimi Jamison de Survivor pero las cosas no salieron bien y tuvieron que quedarse con Joe, un tipo que solo parecía caerle bien a Ritchie, que fue su principal valedor. Y la verdad es que –algo que el mismo Lord aceptaba- en las audiciones lo hizo bien, pero musicalmente, la visión de Turner estaba a años luz de la del bluesy teclista.
Con dirección artística de Roger Glover –que además de ocuparse de los controles de la sala de producción tuvo que ejercer de pantalla entre las facciones Paice/Lord y Blackmore/Turner- y una ilustración de Thierry Thompson, en otoño de 1990 apareció en las tiendas este Slaves and masters con Ritchie Blackmore a las guitarras, Jon Lord al órgano y teclados, Ian Paice a la batería y percusión, Roger Glover al bajo, coros y producción y el injustamente vituperado Joe Lynn Turner a las voces.
El track list del vinilo fue:
A
King of dreams
The cut runs deep
Fire in the basement
Fortuneteller
B
Truth hurts
Love conquers all
Breakfast in bed
Too much is not enough
Wicked ways
El comienzo de King of dreams es fantástico, un perfecto inicio de tema y de álbum para estos Deep Purple americanizados –rainbowianos- que tan poca gracia hacían a Jon Lord. En The cut runs deep, sin embargo, encontramos unos teclados que nos evocan finales de los 60, la guitarra de Ritchie y un sonido Hammond que me encanta. La canción tiene un precioso solo de Lord, unas estupendas melodías vocales, coros y un ritmo que te obliga a mover los pies sin remedio. Fire in the basement recupera para su inicio un riff setentero de Blackmore así como unas melodías escuchadas en Rainbow en el desarrollo del tema. Podría haber ido en el Difficult to cure o el Straight between the eyes sin problemas. También tiene un solo de Lord, muy en su estilo. La cara finaliza con Fortuneteller, un medio tiempo en el que se lucen todos los intérpretes, y de mis temas favoritos del álbum, otro de los que –como en King of dreams- el bajo de Glover –ah, que es el productor- tiene especial presencia.
Damos la vuelta al vinilo y nos topamos con Truth hurts, otro precioso medio tiempo marca de la casa del trío Turner/Glover/Blackmore, vamos, otro tema Rainbow style. Love conquers all comienza con arreglos de cuerda que sirven de preámbulo a una guitarra limpia y teclados que sirven de prólogo a la voz melancólica de Turner. Sí amigos, es el baladón –otro del trío del arco iris-, una preciosa canción con guitarra excelsa, EL TEMA del álbum. Breakfast in bed es una canción que, si no prescindible, considero poco remarcable y de la que –por razones obvias- destacaría solo la guitarra de Ritchie. Too much is not enough es otra de las canciones que no me emocionan especialmente de este Slaves and masters, aunque contiene un buen solo de Blackmore que –sin embargo- parece hecho con retales de otros, sonando demasiado a algo oído antes mil veces. De hecho, es la única canción aportada por Turner en la que ningún miembro de Purple colaboró en la composición y se nota. Por último, Wicked ways es un dignísimo final para esta obra injustamente menospreciada. En resumen, un album casi redondo que ni los mismos Purple reivindican. Una pena.
Y pese a que a mi me encanta –será que, como he dicho antes, soy blackmoriano, turneriano y rainbowiano antes que otra cosa- el álbum vendió una miseria, por lo que a la hora de grabar el siguiente elepé el grupo se conjuró culpando injustamente de sus desgracias al de New Jersey, echándole de la banda y llamando de nuevo al viejo amigo Gillan, con quien editaron The battle rages on en 1993. Eso supuso mi desinterés definitivo por Deep Purple y –más importante- el abandono por parte de Blackmore al grupo con el que consiguió la fama y al que nunca ha regresado.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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