Amigos del vinilo, muchos años antes de que este que os escribe se convirtiese en seguidor de la carrera de Udo, Wolf y compañía, una joven banda tomaba cuerpo en la población de Solingen, que casualmente es la ciudad natal de una de mis sobrinas –su hermana es de Köln-, precisamente de la que soy padrino y esta primavera tendré que ir a visitar para acompañarla en –oh my god!- el día de su primera comunión. Pero eso son anécdotas que no interesan a nadie, por lo que me ceñiré al guion. A Accept llegué un verano –supongo que el de 1984, no me acuerdo- al escuchar en la radio su Balls to the wall. Como podéis imaginar, la impresión fue fantástica y me llevó a comprar rápidamente ese elepé que –por supuesto- precedió a la adquisición de su hermano cuasi gemelo, Metal heart. Atrapado ya en el embrujo de los alemanes, Restless and wild y Breaker no tardaron en llegar a mi colección antes incluso que Russian roulette y el controvertido Eat the heat. Objection overruled sería el último álbum de Accept –y el único en cedé- que llegase a mi hogar. Pero hoy, del que os quiero hablar es del seminal debut homónimo de la banda, este Accept de 1979, aunque la copia que poseo es una edición española de Discos Victoria que data de 1984.
Así, tras diversos cambios de nombre y formación por la que –según Wikipedia- pasó incluso el mítico Michael Wagener-, el vocalista fundador Udo Dirkschneider, Wolf Hoffmann y Jörg Fischer a las guitarras –algunas informaciones indican que Gerhard Wahl grabó las rítmicas antes de la llegada de Fischer, aunque en el álbum no se le menciona para nada-, Peter Baltes al bajo y Frank Friedrich a la batería –pese a aparecer ya Steffan Kaufmann en la contraportada- entraron en el Delta-studio de Wilster para dar forma a su primer álbum como Accept, al que –con gran originalidad- titularon con el mismo nombre. ¿Cómo no fijarse en esa rubia andrógina envuelta en brumas, con una enorme y fálica sierra eléctrica a cuestas, fotografiada por Jacques Sehy? Por supuesto amigos, con esa portada diseñada por Alster-Atelier lo de menos en este vinilo –al menos a priori- eran las canciones producidas por Frank Martin, algo así como el productor residente de Delta-studio. Claro que, al llegar a casa y depositar la aguja sobre el vinilo uno –sobre todo si, como yo, llegaba al grupo desde el futuro con Balls to the wall- esperaba encontrar algo que finalmente no estaba allí. Me explico.
El track list era:
A
Lady Lou
Tired of me
Seawinds
Take him in my heart
Sounds of war
B
Free me now
Glad to be alone
That’s Rock’n’roll
Helldriver
Street fighter
El comienzo de Accept –el álbum- es con Lady Lou y su inicial sonido de alarma antiaérea, un tema rápido, pegadizo... aunque tan diferente al sonido de los Accept que había descubierto no hacía mucho que me resultó extraño. Seguía Tired of me, un tema machacón, repetitivo y hardrockero que no estaba mal, pero que seguía haciendo parecer a estos Accept un grupo distinto a los que me tenían loco con Balls to the wall y Metal heart. Era lo mismo que me había pasado al comprar el Killing machine de los Priest después de caer rendido ante Screaming for vengeance y Defenders of the faith. De hecho, el propio Wolf Hoffmann aceptaría con los años que al entrar a grabar su debut recuperaron un montón de canciones que correspondían a diversas etapas desde su formación, lo que dio como resultado una extraña mezcla de estilos que no les dejó satisfechos ni a ellos mismos. Total, que entonces llega Seawinds, una balada con reminiscencias a UFO –seguramente me lo pareció por el sonido de la Flying V- en la que la voz chillona de Dirkschneider se tornaba cristalina, toda una sorpresa... años antes de descubrir que quien cantaba en realidad era Peter Baltes. Take him in my heart no me llamó mucho la atención –aun hoy se me hace raro el encaje de la melodía vocal en el resto de la canción-, aunque el solo me encantaba. Sounds of war era otro de mis temas preferidos –¿no os parece que con la voz de King Diamond podría ser perfectamente una canción de Mercyful fate?- y el segundo de los cantados por el bajista.
La cara B comenzaba con Free me now, otro tema rápido al que seguía Glad to be alone, mi preferido de todo el disco, un medio tiempo con muchas guitarras. Y es a partir de ahí cuando, en mi opinión, la banda puso los temas de relleno comenzando la cuesta abajo. La producción de That’s Rock’n’roll me parece –por lo menos- discutible, y nos adentra en Helldriver para terminar el álbum con la anodina Street fighter. De ser yo el autor de los temas, hubiese repartido estos tres por el track list, dejando como perfecto fin de vinilo Glad to be alone, pero es hablar por no callar. Os confieso que entre eso y la foto de contraportada de I’m a rebel, los Accept consiguieron que tardase muchos años en adquirir su segunda obra por miedo a que el disco puente entre su debut y el buenísimo Breaker se pareciese más a su predecesor que a su sucesor.
Pero esa ya es otra historia. En realidad, lo que queda después de tanto tiempo es que Accept fue el primer disco de la carrera de un grupo que entre la parroquia jebi –y en nuestro país más que en otros, algo que hasta la banda ha reconocido- alcanzó tal grado de respeto y reconocimiento que incluso les perdonamos que sus inicios fuesen –digamos- algo irregulares.
Pero esa ya es otra historia. En realidad, lo que queda después de tanto tiempo es que Accept fue el primer disco de la carrera de un grupo que entre la parroquia jebi –y en nuestro país más que en otros, algo que hasta la banda ha reconocido- alcanzó tal grado de respeto y reconocimiento que incluso les perdonamos que sus inicios fuesen –digamos- algo irregulares.
Y para que los que nunca escuchasteis más atrás del Breaker, os adjunto el álbum enterito.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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