Mi primera recomendación de esta semana va a ser para la película Lourdes, una cinta de Jessica Hausner que ha recibido algunos galardones internacionales y nos explica la llegada de Christine, una resignada enferma de esclerosis postrada en una silla de ruedas, a esta localidad de los Pirineos franceses, en una excursión que en realidad no sabe muy bien por qué hace ya que –como ella misma dice en un momento de la película- hubiese preferido visitar Roma. Amiguitos, os contaré algo. Un día, Jesús, la Virgen María y el Espíritu Santo estaban en una nube planificando sus vacaciones de verano cuando Jesús dijo “Podríamos ir a Belén”. Pero los otros dos contestaron “no, a Belén no, que ya hemos ido mucho”. Luego la Virgen María propuso “¿Y si vamos a Jerusalén?”, a lo que Jesús dijo “no, ahí no, que también hemos estado varias veces”. Entonces el Espíritu Santo dijo “¿Y si vamos a Lourdes?”, a lo que la Virgen María respondió contenta “sí, sí, genial, ahí no he estado nunca”. Este chiste, pronunciado por un sacerdote de la expedición de peregrinos es el contrapunto escéptico a la marea de creyentes que –con el anhelo de curar sus enfermedades- conforman las excursiones montadas en gran número para visitar este enclave en el que la tradición nos cuenta que Bernadette Subirous fue testigo de diversas apariciones marianas a mediados del siglo XIX.
Piltrafillas, en Lourdes asistimos al retrato de un fenómeno que aúna turismo y devoción, fe y souvenirs, negocio y caridad, una Disneylandia del milagro que se convierte en símbolo de esperanza o el último recurso de los desesperados al que también asisten voluntarios laicos entre los que se cuentan los que tienen un sincero deseo de ayudar al prójimo, los que no han sabido decidirse entre eso o un fin de semana esquiando y los que utilizan la ocasión para expiar sus propios pecados. Con todo, la realizadora evita pronunciarse –al menos no lo hace claramente, aunque se advierte cierta tendencia- y se limita a mostrar las dos caras de la moneda, la de la mercantilización de la desgracia humana y la de la profunda confianza en la voluntad divina en el marco de un grupo humano que denota un –comprensible- egoísmo a la hora de asistir a la sanación del prójimo en lugar de la propia. La película es leeeenta, leeeenta, leeeenta hasta la exasperación, pero ello no hace más que ayudar a que nos identifiquemos con la aburrida, hastiada y escéptica Christine –a remarcar la interpretación de Sylvie Testud en su papel de enferma pasmada ante los acontecimientos- en su extraordinaria excursión de fin de semana. La cuidada fotografía, la ambientación y las interpretaciones –también me ha gustado mucho Elina Lowensohn como Cécile- redondean en mi opinión una cinta que pese a la total carencia de acción y la casi ausencia de diálogos me ha parecido muy interesante. No es del tipo de las que os acostumbro a hablar ¿eh?
Piltrafillas, en Lourdes asistimos al retrato de un fenómeno que aúna turismo y devoción, fe y souvenirs, negocio y caridad, una Disneylandia del milagro que se convierte en símbolo de esperanza o el último recurso de los desesperados al que también asisten voluntarios laicos entre los que se cuentan los que tienen un sincero deseo de ayudar al prójimo, los que no han sabido decidirse entre eso o un fin de semana esquiando y los que utilizan la ocasión para expiar sus propios pecados. Con todo, la realizadora evita pronunciarse –al menos no lo hace claramente, aunque se advierte cierta tendencia- y se limita a mostrar las dos caras de la moneda, la de la mercantilización de la desgracia humana y la de la profunda confianza en la voluntad divina en el marco de un grupo humano que denota un –comprensible- egoísmo a la hora de asistir a la sanación del prójimo en lugar de la propia. La película es leeeenta, leeeenta, leeeenta hasta la exasperación, pero ello no hace más que ayudar a que nos identifiquemos con la aburrida, hastiada y escéptica Christine –a remarcar la interpretación de Sylvie Testud en su papel de enferma pasmada ante los acontecimientos- en su extraordinaria excursión de fin de semana. La cuidada fotografía, la ambientación y las interpretaciones –también me ha gustado mucho Elina Lowensohn como Cécile- redondean en mi opinión una cinta que pese a la total carencia de acción y la casi ausencia de diálogos me ha parecido muy interesante. No es del tipo de las que os acostumbro a hablar ¿eh?
2 comentarios:
Nada que decir al creyente.
Nada que te pueda añadir.
El negocio no es digno de la fe.
En este mundo no hay fe sin dinero.
¿Una putada?
¿Una realidad inventada?
Nada que decir tiene mi mente al efímero pasaje de una vida que se agota y busca consuelo a su dolor.
Nada que te pueda añadir, pues nunca fui, pero iría por mi o por ti.
Usted siempre tan profundo. En realidad la fe -algo íntimo de cada cual- no tiene nada que ver con el negocio -a cargo de la organización-, aunque vaya ligado. Se lo dice un converso al atéismo.
Tras haber visto las dos caras de la moneda se me hace difícil entender como alguien puede seguir creyendo en todo eso. Pero soy comprensivo. Cada uno busca el consuelo en donde quiere y es mejor eso que la heroína, por ejemplo. Además, ¿no hay quien cree en los little green men?, pues esto no es mucho más descabellado.
El hombre busca siempre respuestas a lo que quizás no tiene. Es su naturaleza. Por eso adoraba al sol, a la montaña o al mar... por eso se cree a pies juntillas que una pastora analfabeta haya visto a la Virgen en una roca o en las paredes de Bélmez. Y tal como se ve en la película, a veces no esque se crea, es que no se tiene nada más a lo que agarrarse.
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