Piltrafillas, lo ultimo que había visto de David Lynch era Mulholland Drive (2001), una película que creí entender, aunque lo cierto es que –como supongo que le pasó a todo el mundo con aquella historia- interpreté de la manera más cómoda para mi cerebro un argumento enrevesado ante el que –en palabras del propio director- cualquier interpretación era valida. A saber cual era la versión correcta. Total, que ultimamente decidí ver la obra de Lynch que –supongo- todo el mundo conoce y que –oh, cielos- yo aún no había visto nunca.
Os hablo de Terciopelo Azul y, por si no la habéis visto tampoco, os diré que comienza con el regreso de un joven universitario a su pueblo natal a causa de la hospitalización de su padre. En un paseo por los alrededores, Jeffrey –interpretado por un jovencito Kyle MacLachlan- encuentra en un descampado una oreja humana. Ese es el punto de partida de una investigación que –junto a la hija de un policía- le llevará a meterse en un mundo oscuro y depravado. La escena de Jeffrey desnudo completamente pero con calcetines seguido por Isabella Rossellini, cuchillo en mano cual Norman Bates moderno antes de que se cumpla la primera hora de metraje ya nos anuncia que lo mejor de la cinta está por llegar. Papaíto entra en casa, amiguitos, papaíto entra en casa... Terciopelo Azul, un puto clásico de los 80.
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