He aquí un ejemplo de lo que os hablaba ayer, la constatación de que -en más ocasiones de las que serían de desear- la falta de recursos dedicados a la propaganda y publicidad de una película provocan que -por desgracia- el gran público no pueda apreciar una buena cantidad de obras más que notables.
Porque si en el caso de El Orfanato quedaba patente la impresionante labor de los publicistas para conseguir el éxito nacional y -se espera que sea así- internacional con una historia que ya os dije que estaba bien rodada pero que no era nada del otro mundo, lo contrario pasa en La habitación del niño, de Álex De la Iglesia, una historia que me ha parecido mucho más angustiosa, bien rodada y actuada que esa especie de vehículo de lucimiento para Belén Rueda que es El Orfanato.
Porque si en el caso de El Orfanato quedaba patente la impresionante labor de los publicistas para conseguir el éxito nacional y -se espera que sea así- internacional con una historia que ya os dije que estaba bien rodada pero que no era nada del otro mundo, lo contrario pasa en La habitación del niño, de Álex De la Iglesia, una historia que me ha parecido mucho más angustiosa, bien rodada y actuada que esa especie de vehículo de lucimiento para Belén Rueda que es El Orfanato.
Y es que las comparaciones son inevitables. De hecho, las dos comienzan -¿casualidad?- con casi la misma escena, pasan en una casa antigua y están protagonizadas por un matrimonio con niño. Sin embargo, la de De la Iglesia está rodada, ¿cómo diría yo?, menos de cara a la galería, o sea, sin importarle si le dan o no un Oscar. Ah, y acaba como a mi me gusta que acaben estas películas. Os la recomiendo piltrafillas, sin lugar a dudas.
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