He visto una película que si me hubieseis preguntado hace unos meses os habría dicho que ni se me ocurría ver. Os hablo de Rocky Balboa. Treinta años después de la primera de la serie –poca broma con ello piltrafillas, en 1976 se llevó el Oscar al mejor director y a la mejor película desbancando a todo un Taxi Driver-, Sylvester Stallone actualiza el personaje que él mismo creó y que le dio fama y dinero, el de Robert Rocky Balboa, un boxeador de Philadelphia. Así es, con más de 60 años y la cara desfigurada por el bótox, Stallone pone el –supongo- punto final a la carrera del púgil que en la actualidad vive del recuerdo de éxitos pasados, regentando un restaurante en el que cuenta anécdotas a los clientes. Y yo me pregunto, ¿es Rocky el alter ego de Stallone? No olvidéis que Sylvester –junto a Bruce Willis- fue socio fundador de la cadena de restaurantes Planet Hollywood (regenta restaurante y vive de éxitos pasados).
Total, que la película –algo lenta pero no tan infumable como yo había imaginado- es un canto a la lucha por la dignidad humana, a no darse por vencido con la edad y a arriesgar por lo que uno cree. Lo dicho, que Sylvester ha ido al psicoanalista y la terapia ha sido esta; después de todos sus éxitos y películas, ¿por qué le recuerda el público? Sin duda alguna, por Rocky y Rambo. Y en esas estamos, a punto de entrar en la edad de jubilación, Stallone se calza los guantes y se ata la cinta en la frente para rodar esta Rocky Balboa y la más reciente John Rambo, que también ha aparecido ya en este espacio. El resultado de la primera no es que sea para tirar cohetes, pero ha sido decente.
Por cierto, he leído que quizás haya también una actualización del personaje de guía montañés de Máximo Riesgo. Ójala el actor haga lo mismo con su menos exitoso Cobra. No sé, la película podría tratar de algún asesinato en el geriátrico en el que Cobra malvive y de cómo el antiguo defensor de la ley investiga el crimen mientras lucha contra la artritis, la presbicia y el reuma.
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