Este viernes llega mi primera reseña dedicada a uno de los vinilos que me traje como souvenir de Porto y para ella he escogido el que a priori parecería más alejado de mis gustos. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. El sonido disco setentero es uno de mis guilty pleasures, amigos. Disfruto tanto con Abbath y Dark Funeral como con el You should be dancing de los Bee Gees o el You make me feel de Sylvester. Total, que aquí tenéis el Sweet revenge de la –por entonces– enigmática y controvertida Amanda Lear. Afincada en la Provenza, aunque en las últimas décadas ha mantenido activa su carrera artística en la música y en la interpretación, así como en su faceta de escritora, lo cierto es que fuera de Francia ya no tiene la fama de la que gozó internacionalmente durante los años 70 y 80. Sin embargo, esta primavera pasada Chanel le ofreció una obscena cantidad de dinero por usar su tema Follow me, lo que inesperadamente la ha devuelto con más de 80 años a las listas de países como Alemania o Corea del Sur. Y es que no podemos negar que Amanda, en su momento, fue una estrella rodeada de glamour y morbo y que pese a sus limitaciones como cantante, lo cierto es que tiene una veintena de discos en el mercado de los que ha vendido varias decenas de millones de copias.
Los datos de nacimiento de Amanda Lear siguen sin estar claros a fecha de hoy, aunque la versión más aceptada es que nació en Saigón en 1939, de padre británico y madre rusa. Claro que esto último se lo podría haber inventado ella misma para ocultar su verdadera filiación con el objetivo de hacer aún más exóticos o equívocos sus orígenes. Lo que está claro es que Amanda se estableció en Londres donde desfiló para varios diseñadores, hizo de modelo para diversos fotógrafos y tuvo una relación sentimental con Brian Jones antes de debutar a lo grande en las pasarelas de la capital del Sena. De hecho, más importante que la que mantuvo con el guitarrista de los Rolling Stones, la historia de amor que marcó a Amanda fue la que vivió con Salvador Dalí y Gala gracias a que Paco Rabanne les presentó tras un desfile en París. La francesa se convirtió en la musa del pintor, con habitación propia en el castillo de Púbol y en acompañante del artista por todo el mundo durante más de una década, relacionándose con personalidades del arte y la cultura. Y es precisamente a Dalí a quien Amanda Lear atribuye el haber difundido la información errónea de que era transexual. Sin embargo, la preciosa vedette transexual Dolly Van Doll que a principios de los 70 llegó a la vida nocturna barcelonesa procedente de una carrera por Europa en la que había coincidido con Amanda en París, declara que la conoció cuando esta era –en sus propias palabras– un chico muy guapo de día llamado Alain Tapp que por las noches se vestía de mujer con el nombre artístico de Péki d’Oslo. A Dolly la operó un médico abortista de Casablanca que estaba protegido por la familia real y realizaba intervenciones de cambio de sexo y –sin decirlo abiertamente– deja entrever que Amanda también pasó por su consulta.
Sea como sea, a mediados de los 70, decepcionada por la industria de la moda y animada por David Bowie –que se había enamorado de ella y le pagó clases de canto–, Amanda decidió probar suerte en el mundo de la música. Amanda Lear consigue grabar con Polydor la versión de una canción del repertorio de Elvis Presley que resulta un fracaso de ventas. Pero, oh sorpresa, alcanza cierto éxito en Alemania. Eso llama la atención del cantante, compositor y visionario productor Anthony Monn que se avanza a su tiempo al comprender que para triunfar en la música no tienes por qué saber cantar e –impresionado por la belleza de Amanda y sus tablas sobre el escenario– le ofrece convertirse en estrella y un suculento contrato con en sello Ariola para grabar seis discos en siete años.
Y tras un primer disco con algunas versiones y canciones compuestas por Monn, en 1978 se edita este Sweet revenge que hoy os traigo, del que poseo la versión original francesa en formato gatefold. Producido por el mencionado Anthony Monn entre los muniqueses Arco studios, Ariola studios y Trixi studios, así como en el Sound studio N de Colonia, contó con la participación de Amanda Lear a las voces, Martin Harrison a la batería, Gary Unwin y Dave King al bajo, Mats Björklund a la guitarra y Charly Ricanek a los teclados y sintetizadores.
La portada fue fotografiada de
Denis Taranto con diseño de la
discográfica y el track list fue el siguiente:
A
Follow me
Gold
Mother, look what they’ve done to me
Run baby run
Follow me (Reprise)
B
Comics
Enigma (Give a bit of mmh to me)
The stud
Hollywood flashback
El disco se inicia con el primer single,
Follow me, un tema con muchos arreglos y ritmo bailable en el que
Amanda recita más que canta –con
esa voz grave a lo Bibi Andersen/Bibiana Fernández pero en
exótico inglés con acento francés–, que fue un éxito en Alemania y media
Europa. A estas alturas ya se intuye lo que más tarde será manifiesto, que
no es otra cosa que la falta de aptitudes de
Amanda para el canto, lo que no
impidió que se vendieran cuatro millones de copias del álbum. Otro de los
hit-singles del disco fue el siguiente tema, ese estupendo
Gold que rápidamente me lleva a
evocar instantáneas en blanco y negro del neoyorquino Studio 54 con
su sonido disco-pop. Aquí
Amanda intenta entonar un poco
más pero las melodías vocales necesitan de la estupenda labor de
Claudia, Renate y
Edith a los coros para llegar a
las notas altas. Le sigue
Mother, look what they’ve done to me
–en realidad, toda la primera cara es una única canción con diferentes
pasajes en los que el Diablo tienta a
Amanda con la fama y el dinero,
ella se arrepiente al darse cuenta del dolor que le causa la pérdida de su
alma y escapa de su influjo–, con ese ritmo discotequero de la época pero
más guitarrera. Eso sí, Amanda a
lo suyo, susurrando con su voz grave arropada por sus coristas y los
arreglos orquestales de Ricanek. Casi sin darnos cuenta entramos en
Run baby run, algo repetitiva pero resultona. Con
Follow me (Reprise) se recupera
la melodía inicial y Amanda pone
fin al hilo argumental al encontrar la felicidad y la salvación de su alma
gracias al amor. Vamos, que la cara A es conceptual, como
Pink Floyd o
King Diamond, pero en disco sound.
Pasamos a la cara B para encontrarnos con Comics. Si nosotros tenemos a Asfalto con su oda al Capitán Trueno, aquí Amanda nos regala este tema cabaretero con ambiente berlinés en el que nos cuenta que, cuando se queda sola, la consuelan desde Snoopy, Modesty Blaise o Batman a Charlie Brown, Vampirella y el Pato Donald. Un temita simpático y alegre. Enigma (Give a bit of mmh to me) es otro highligt del disco que también apareció como single, pegadiza y llena de efectos. Pese a que en mi opinión la parte vocal roza el patetismo y Amanda no hubiese pasado las pruebas de cualquier gala de Operacion Triunfo, aún así me parece mas honesta que esas producciones de hoy en día reventadas de Autotune. La sorpresa llega con la hardrckera The stud que muy bien podría haber encajado en el Dynasty de los KISS o de la que los Ghost de Tobias Forge podrían hacer perfectamente una actualización. Yo lo veo. Y el disco finaliza con Hollywood flashback, un medio tiempo muy melódico en el que –sorprendentemente– Amanda canta bien y transmite cierto sentimiento. O a lo mejor es que a esas alturas del álbum, uno ya ha caído en su embrujo.
En fin, que sola y rodeada por sus gatos –su marido, el aristócrata
Alain-Philippe Malagnac d’Argens de Villèle
con quien se casó en Nueva York en 1979, falleció a finales del 2000–, en la
actualidad reside en Saint-Étienne-du-Grès y se dedica a pintar mientras
sigue alimentando el misterio que la rodea, aunque en el mundo actual no
despierte ya ni el interés ni el morbo de antaño salvo para los que en
nuestra adolescencia escuchamos por la radio algunos de sus éxitos medio
susurrados por esa voz grave y misteriosa.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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