Unos músicos tocando tambores, jóvenes negros con el torso desnudo moviéndose sincopadamente y bailarinas blancas en ropa interior y envueltas en gasas de colores bailando a los sones de la música mientra truena. Entre la vegetación aparecen hombres y mujeres con maquillaje corporal y máscaras que envejecen sus cuerpos –lo que ya no sé es si debía verse que son máscaras y látex o es que el presupuesto de efectos visuales no daba para más– y en el cielo vemos vemos relámpagos pintados a mano. Al final todos se postran ante un ferétro mientras un sacerdote invoca algo sobre el poder del tiempo y regresa a la vida Josefel Zanatas, Zé do caixâo que nos ofrece una perorata sin sentido que da paso a unos títulos de crédito que parecen hechos por chavales de primaria. Así comienza esta A estranha hospedaria dos prazeres. Sin embargo, este título no corresponde realmente a otra de las cintas del sepulturero Zé, un personaje creado por el realizador paulista José Mojica Marins.
Con más de treinta largometrajes en su haber, esta especie de Ed Wood brasileño se convirtió en todo un fenómeno en su país tras el estreno a mediados de los 60 de À Meia-Noite Levarei Sua Alma en donde aparecía el citado personaje que él mismo interpretaba.
Fue tan grande el éxito de la cinta que el realizador –que en un principio rodó una trilogía con la muerte del protagonista incluida– alumbraría numerosos títulos con dicho personaje con la excusa de que su personalidad había renacido en su hijo, hasta 2008, cuando pondría fin a la larga saga con una Encarnaçâo do demonio que ya pasó en su día por aquí.
Hay que decir que el tipo es de los que hay que dar de comer aparte y que las uñas de Zé do caixâo no eran postizas, Mojica Marins las llevó así de largas hasta los años 80, cuando la industria lo ninguneó de tal forma que llegó a pasar ciertas penurias que le obligaron a entrar en el mundo del porno. En la actualidad es considerado una figura de culto del cine brasileño de la segunda mitad del siglo pasado.
Total, que a mediados de los 70 llega a las pantallas esta A estranha hospedaria dos prazeres, dirigida por Marcelo Motta con la colaboración de José Mojica Marins quien no en vano era el productor y autor de la historia a la vez que creador del personaje principal, aunque esta vez ya os he dicho que en ningún momento se le menciona. Resulta que en el albergue se necesita un recepcionista y tres camareras. Ante la puerta se congrega un numeroso grupo de personas y ahí está el hombre unicejo de las uñas largas para hacer la selección de personal. Pero el proceso es tan esperpéntico que ya nos indica que lo que pasa allí no es normal. Poco a poco van apareciendo huéspedes en esa extraña posada... una pareja de amantes, unos jugadores de cartas o un grupo de motoristas hippies. La mayor parte del metraje nos muestra a las singulares empleadas del servicio, a los jugadores dándole a los naipes, a los moteros bebiendo y bailando desnudos o a la pareja fornicando en medio de una atmósfera agobiante hasta que el desenlace nos ofrece la explicación de lo que estamos viendo.
El resultado es tan y tan cutre que creo que nadie se la puede perder. Así que, aunque Zé do caixâo aparece sin ser oficialmente una cinta protagonizada por él y la película carece –casi– de todo argumento, tiene un encanto inexplicable que no podéis dejar escapar. Pillaos una botella de ron añejo o de orujo de café –pongamos por caso– y abandonaos al placer de bombardear vuestras neuronas con una bazofia inenarrable.
El caso es que me ha gustado y todo.
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