Mi primera reseña del día es para la película española Nadie oyó gritar, una cinta protagonizada en sus principales papeles por Carmen Sevilla y Vicente Parra, dirigida y coescrita por Eloy De la Iglesia, realizador guipuzcoano que en los 80 alcanzó cierta fama como uno de los exponentes del cine quinqui hispano en la senda de José Antonio De la Loma. Sus películas más conocidas son quizás las de esa época, como Navajeros, El pico o La estanquera de Vallecas, pero también obtuvo éxitos en la década de los años 70 con títulos como La semana del asesino o el que hoy me ocupa. Tras unos créditos al son de la música típica de las películas españolas del momento, mezcla de bossa nova y música de ascensor –ese infecto subgénero que se dio en llamar daba daba–, obra de un respetado Fernando García Morcillo que trabajó en cine para Jesús Franco y en el mundo de la música para importantes intérpretes entre los que estaba la misma Carmen Sevilla, comienza la película en si con una guapa mujer con unas gafas redondas que parecen las de las azafatas del 1,2,3... de la época de Kiko Ledgard –los jóvenes no sabréis de qué os hablo– y hablando en inglés con el chófer de su Rolls-Royce. Bueno suyo no, del adinerado caballero con el que ha pasado el fin de semana a cambio de dinero, porque Elisa –ese es su nombre– es una prostituta madrileña de alto standing. Al mes siguiente, en el último momento, decide anular su vuelo a Londres y quedarse en casa.
domingo, 5 de noviembre de 2017
Nadie oyó gritar (1973)
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