Mi primera reseña del día es para la película española Nadie oyó gritar, una cinta protagonizada en sus principales papeles por Carmen Sevilla y Vicente Parra, dirigida y coescrita por Eloy De la Iglesia, realizador guipuzcoano que en los 80 alcanzó cierta fama como uno de los exponentes del cine quinqui hispano en la senda de José Antonio De la Loma. Sus películas más conocidas son quizás las de esa época, como Navajeros, El pico o La estanquera de Vallecas, pero también obtuvo éxitos en la década de los años 70 con títulos como La semana del asesino o el que hoy me ocupa. Tras unos créditos al son de la música típica de las películas españolas del momento, mezcla de bossa nova y música de ascensor –ese infecto subgénero que se dio en llamar daba daba–, obra de un respetado Fernando García Morcillo que trabajó en cine para Jesús Franco y en el mundo de la música para importantes intérpretes entre los que estaba la misma Carmen Sevilla, comienza la película en si con una guapa mujer con unas gafas redondas que parecen las de las azafatas del 1,2,3... de la época de Kiko Ledgard –los jóvenes no sabréis de qué os hablo– y hablando en inglés con el chófer de su Rolls-Royce. Bueno suyo no, del adinerado caballero con el que ha pasado el fin de semana a cambio de dinero, porque Elisa –ese es su nombre– es una prostituta madrileña de alto standing. Al mes siguiente, en el último momento, decide anular su vuelo a Londres y quedarse en casa.
Así es como conocerá a Miguel y Nuria, los nuevos vecinos que han comprado el apartamento contiguo al suyo. Esa misma noche, Elisa es testigo de como el hombre tira el cuerpo sin vida de su esposa por el hueco del ascensor. En lugar de acabar con ella, el tipo la obliga a involucrarse en la desaparición del cuerpo, convirtiéndola en cómplice con el fin de que así no acuda a las autoridades. Violento y misógino –el desprecio con el que se refiere a su amante durante la película es para darle un par de hostias–, conforme pasa tiempo con Elisa, esta parece descubrir en él lo que no encuentra en los hombres con los que acostumbra a relacionarse. Un poco hitchcockiana –salvando las distancias, claro–, la escena del accidente y la Guardia Civil es buena muestra de ello, Nadie oyó gritar es una mezcla de géneros en donde encontramos desde drama romántico a suspense, así como pinceladas gore. También se tocan de pasada ciertos temas recurrentes en la filmografía del realizador, como la diferencia de clases personificada en el servil portero de la finca o el erotismo homosexual focalizado en los planos en bañador del personaje de Toni. En resumen, muy interesante, bien rodada e interpretada aunque una frase pronunciada por Nuria la noche de los hechos que se oye en el apartamento de Elisa a través de las paredes y un flashback que se nos muestra fugaz y repetidamente durante todo el metraje destrozan lo que debía ser la sorpresa del giro final, que se intuye desde casi el principio de la cinta. Pese a todo, recomendable de cabo a rabo.
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