En 1983, Rainbow editaron su último álbum de estudio, un estupendo Bent out of shape que fue el primero que me compré de la banda. En 1995, Ritchie Blackmore –su guitarrista y fundador desde que veinte años atrás dejase Deep Purple por primera vez– quiso grabar un álbum en solitario, pero presiones de BMG le obligaron a lanzarlo bajo el nombre de Ritchie Blackmore’s Rainbow. Titulado Stranger in us all, se convertiría en su último disco de rock antes de ejercer de juglar alrededor de las faldas de Candice Night, una jovencita de veinticuatro años que estaba llamada a convertirse en algo así como la Yoko Ono del hard rock. Pero el año pasado, en el marco de una gira all for the money, Blackmore decidió aparcar un tiempo la música medieval, las mandolinas y los laúdes, desenpolvar su mágica stratocaster y reverdecer los laureles de su glorioso y mítico pasado. Así, llamó a David Keith, su batería en Blackmore’s Night y fichó al chileno Ronnie Romero –vocalista de la banda española Lords of black–, al multiinstrumentista de sesión norteamericano Bob Nouveau para tocar el bajo y al teclista sueco Jens Johansson (Malmsteen, Dio, Stratovarius, Avantasia, MacAlpine...) para realizar una gira estival de grandes éxitos. Pero de nuevas canciones, nada de nada.
Total, que hoy, mientras algunos esperamos con más ilusión que convencimiento la grabación de nuevos temas de Rainbow, dedicaré mi entrada a la que fue la última obra de estudio del guitarrista británico de carácter complicado, el genio de las seis cuerdas Richard Hugh Blackmore.
Grabado y producido por Pat Regan junto a Blackmore entre los Long view farm studios, los Cove city studios de Long Island y los Sound on sound, Unique y Soundtrack studios de Nueva York, Ritchie se rodeó de reputados músicos de sesión como John O’Reilly a la batería, Greg Smith al bajo y coros, Paul Morris a los teclados y Mitch Weiss a la armónica, además de un desconocido Doogie White –un vocalista escocés que solo había estado en un par de bandas de discreto éxito local– y su novia Candice a los coros.
Con portada de Frank Ockenfels III –ya os hablé de él aquí–, el track list del cedé fue:
Wolf to the moon
Cold hearted woman
Hunting humans (Insatiable)
Stand and fight
Ariel
Too late for tears
Black masquerade
Silence
Hall of the mountain king
Still I’m sad
La verdad es que ¿qué puedo decir de un disco de Rainbow? pues que, con una sólida base rítmica como esta y con el excelso Ritchie obsequiándonos con sus solos y su sonido habitual, soy incapaz de decir de él malas palabras. Si acaso, sólo le encuentro un punto débil en las voces. Y es que es muy difícil olvidar a Turner o Dio. Wolf to the moon me parece un perfecto temazo para iniciar la que era la primera canción en años de Ritchie en solitario, con un solo que me encanta. También es de mi gusto Cold hearted woman, aunque la encuentro un hard rock algo simple y sin demasiadas florituras. Hunting humans me tenía encandilado y fue la que más escuché del cedé desde que me lo compré tan solo salir a las tiendas. Quizás uno de sus puntos a favor es que Doogie no intenta recordarnos a ningún vocalista anterior. Una guitarra juguetona de la mano del maestro Ritchie acaba de redondear el tema. Stand and fight remite a antiguos sonidos y uno vuelve a echar de menos a Turner poniendo su voz sobre la melodía. Eso sí, el solo es estupendo. Otra de mis favoritas es Ariel, un tema de Ritchie y Candice –incluso se la puede oír a los coros al final– con esa inspiración arábiga que tanto gusta al guitarrista en el que el tipo se luce. Incluso Doogie canta bien.
En Too late for tears parece que estemos escuchando al Joe Lynn Turner de Difficult to cure con un riff cercano al de Lost in Hollywood con Graham Bonnet. Es decir, retazos de aquí y allá para dar cuerpo a un tema típico blackmoriano poco innovador pero resultón. Las mismas sensaciones añejas me transmite la siguiente Black masquerade, un temazo que me trae recuerdos de los Purple del Perfect strangers en el que también se nota la impronta de Candice y en el que Ritchie nos regala unos punteos con guitarra clásica. Es otra de las imprescindibles del álbum. Silence siempre me pareció un poco de relleno y hoy en día me sigue pareciendo olvidable. El homenaje de Blackmore a su amada música clásica llega con una versionaza del Hall of the mountain king de Grieg y el lazo con el pasado, un cierre de círculo acaso definitivo en lo que a la historia de Rainbow se refiere, lo aporta una nueva versión del Still I’m sad de los Yardbirds que ya grabó en su primer Ritchie Blackmore’s Rainbow del 75 con Ronnie James Dio y que, lo siento por Doogie pero no supera a aquella.
Sea como sea y viendo los derroteros que ha tomado la vida profesional de un artista que parece que es feliz disfrazándose de agricultor del medievo, los amantes de Rainbow no estamos para hacer ascos a lo que Mr. Blackmore tenga a bien ofrecernos a la hora de ponerse algo más duro. Así que, aunque no sea redonda al cien por cien, Stranger in us all es una obra que no debe faltar en nuestra discoteca. Y –como he dicho antes– mientras ponemos velas a Santa Rita para que inspire a este hombre a que se cuelgue la stratocaster de nuevo, os acompaño una selección de temas de este cedé.
¡Feliz fin de semana!
©King Piltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en zeppelinrockon.com
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