De vuelta a la Praça República, cogimos un autobús que montaña arriba llevaba hasta nuestra siguiente parada, el recargado, majestuoso y también algo kitsch Palacio da Pena, una de las residencias de la Familia Real portuguesa que el consorte Fernando II ordenó construir en 1836 sobre peñascos, a poca distancia de las murallas del medieval Castelo dos Mouros. Y eso fue todo lo que aconteció en nuestra mañana por Sintra, a la que puse fin comiendome una Dourada à la grelha con la típica guarnición de patatitas y brócoli.
Finaliza la entrada con algunas instantáneas de Baixa y alrededores, donde destaca la Praça do Municipio, emplazamiento de la Cámara Municipal lisboeta y del Pelourinho, picota que simboliza la libertad jurídica de la ciudad y que originalmente también sirvió para ajusticiar públicamente a los condenados a la horca.
1 comentario:
Nos encantó la Quinta, más que el otro de colorines.
Saludos!!
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