Mi segunda reseña dominical va para Spotlight, flamante ganadora del Oscar a la mejor película de 2015. Su estreno ha coincidido con el escándalo de las denuncias por abusos sexuales en un colegio de Barcelona gestionado por Hermanos Maristas y por la salida a la luz de informes internos del Vaticano que recogen las cerca de 6.000 denuncias de pederastia que ha recibido la Iglesias Católica a lo largo de la última década. Tan sólo la mitad de esos casos han llegado a juicio. Así pues, la visión de esta película no puede provocar otra cosa que un extraña sensación de disfrute mezclado con rabia e indignación. Y es que yo soy uno de esos que a principios de los 80 no se perdían ni un capítulo de Lou Grant, serie televisiva que mostraba los entresijos de la redacción del periódico Los Angeles Tribune. Por eso, las películas de investigaciones periodísticas me encantan. Con esa base, no es de extrañar que Spotlight no haya sido una excepción, aunque al final –como ya os he avanzado– me haya provocado un gran enfado.
Dirigida por Tom McCarthy y escrita por él mismo y Josh Singer –guionista bregado en la televisión–, Spotlight cuenta con la participación principal de Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams y Liev Schreiber para dar forma a la historia de la investigación que llevaron a cabo un grupo de reporteros del Boston Globe y destapó la trama de ocultación de abusos sexuales que durante décadas habían cometido sacerdotes de la archidiócesis de Boston con la connivencia de algunos abogados y la tolerancia de ciertos círculos de la sociedad que, por no enfrentarse a la Iglesia, miraban hacia otra parte.
domingo, 13 de marzo de 2016
Spotlight
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