sábado, 5 de mayo de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo decimoséptimo (V)

9

Cuando llegó a casa se encontró con que estaba vacía. En la puerta de la nevera, sujeta a un imán con forma de mano blanca, había una escueta nota. Sus amigos habían decidido cenar fuera. Así pues, Pierre se preparó un tazón de leche caliente, al que acompañó de algunas galletas, y se fue a dormir. En contra de lo que se temía cuando se tumbó en la cama, concilió el sueño de inmediato.

Mientras, Omar, Jimmy y Amir cenaban en un restaurante a los pies de la Tour Montparnasse. Después de la cena, copiosa por cierto, subieron a la terraza del rascacielos desde donde Amir tomó algunas fotografías de París iluminada. De Montparnasse marcharon hacia Pigalle y pasearon junto a grupos de turistas ante los iluminados escaparates cabarets y sex-shops. Finalizaron la noche en un local de strip-tease, cansados después de un nuevo día agotador, pero contentos.

Por la mañana, el primero en despertar fue Pierre. Omar se lo encontró en la cocina preparándose unos huevos revueltos con tocino y tabasco.
- Buenos días -le dijo-, ¿ huevos ?, ¿ que no cenaste ayer ?
- No -contestó Pierre-, estaba hecho polvo y me fui a dormir con solo un tazón de leche en el estómago.
- Así que hecho polvo, ¿ eh ? -Omar le guiñó un ojo y le dedicó una pícara sonrisa de complicidad.
- No, no es eso.
- Ya estamos. Siempre haces lo mismo, tío -exclamó ligeramente molesto-. Desapareces a diario para follarte a una desconocida que está como un tren y luego quieres hacernos creer que eres una víctima, que estás viviendo como una especie de penitencia o algo así. Pues te diré una cosa. Al principio me preocupabas, pero ya empiezo a estar harto. Si tan mal lo estás pasando, la dejas y en paz.
- Ya lo he hecho -contestó Pierre apeadumbrado.
- ¿ Ah sí ? -Omar se sentó.
- Sí, bueno, lo cierto es que me ha dejado ella.
Jimmy entró en la cocina.

- Buenos días, ¿ estáis hablando de la cuerota tuerta ? -preguntó sin evidenciar un verdadero interés, antes de reprimir las nauseas provocadas por la visión de los huevos con tabasco-. ¿Huevos?
Omar instó a Pierre para que continuase su relato.

- Me dijo que no la buscase más, que me olvidase de ella.
- Bueno, pues ya está. Era lo mejor que te podía pasar, ¿ no ?, se han acabado tus problemas.
- No estés tan seguro -Pierre se llevó a la boca un trozo de huevo.
Amir apareció en la cocina con cara de sueño.
- Buenos días a todos -dijo, pero nadie le contestó.

- Yo insistí en saber de qué había ido todo -prosiguió Pierre-, la razón de la relación tan rara que habíamos mantenido.
- ¿ Y ? -preguntó Jimmy.
- Pues que aceptó a contármelo todo, pero la forma en que lo dijo me asustó.
- Te diré algo -dijo Jimmy-. Una vez, siendo aun un jodido enano, un tío de mi madre que me hizo como de abuelo, me explicó una historia.
Aquel hombre excepcional me contó que, en su juventud, había conocido a un asesino peculiar. El tipo en cuestión había sido un elemento de lo más despreciable. No obstante, tenía una virtud, eso sí, te pido que entrecomilles la palabra virtud : En su oficio era insuperable, nadie le hacía sombra. Para llevar a cabo sus crímenes se servía siempre de un rifle, y tenía una puntería excelente. Por otra parte, sabía escoger con gran pericia la ubicación exacta para ejecutar certeramente sus trabajos y desaparecer luego con rapidez, antes de que la autoridad lograra personarse en el lugar del crimen.

Un día, sin embargo, algo no salió como debía. Quizá le vio alguien, o la fortuna guió los pasos de la Policía. Lo cierto es que le cazaron el la azotea de un almacén después de que disparase contra un abogado. Pero, llámale suerte, contra todo pronóstico, el asesino había fallado el tiro por primera vez en toda su carrera, por lo que únicamente le pudieron condenar por tenencia ilícita de armas e intento de asesinato. El tipo de rifle, el modus operandi, todo llevó a la Policía a pensar que él era el culpable de una serie de muertes que llevaban tiempo sin ser esclarecidas. Pero no había pruebas. Aquel individuo iba a pasar una temporada entre rejas, pero nada más.

Lo interesante llega ahora. El tipo, además de insensible y despiadado, era más tozudo que una mula. Así pues, dedicó su tiempo en prisión a estudiar leyes. Años después, en cuanto le concedieron la libertad condicional, consiguió que la oficina del fiscal revisase el caso y declarase nulo el anterior proceso. Su idea era demandar a la oficina del fiscal, pero, ¿ sabes que pasó ?. Que, a resultas del nuevo juicio, le condenaron a muerte y fue ajusticiado con inusitada rapidez. El pobre diablo era un tirador de primera, pero una mierda de abogado.

Pierre se levantó de la silla con un mohín de desdén.
- Vaya chorrada. No me dirás que todo esto es verdad.
Jimmy, irritado, se incorporó y le cogió del antebrazo.

- Quizá no, pero el viejo hace años que ha muerto y no nos lo podrá aclarar. Sin embargo, cuando me contó esta historia solo me fijé en lo que narraba, como tú ahora. Lo importante, Pierre, es lo que parece querer decir entre líneas. A veces, nos empeñamos en querer cambiar las cosas, en torcer el orden establecido, y corremos el riesgo de no hacer más que empeorar la situación. Llámame conformista si quieres, pero mi opinión es que lo que tiene que pasar pasa. Tú te empeñas en darle la vuelta a las cosas, piensas, analizas, te estrujas la sesera y las conclusiones a las que llegas te dan tanto miedo que las recubres de falsa indiferencia mientras ocupas tu mente en intentar encontrar explicación a cosas que, o no la tienen, o es tan simple que no sabes verla.

Pierre, trastornado, se sentó de nuevo y prestó atención a su amigo, que prosiguió su exposición en un tono más amable.
- Eres como el turista que baja del autocar y entra en el Louvre con el único fin de ver a la Gioconda. Paga su entrada y se dedica, sin ayuda de plano alguno, a buscar el cuadro agónica y compulsivamente. Así, atraviesa a la carrera las salas del museo. En su tránsito nervioso pasa junto a la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, pinturas de Kandiski, Degás, Matisse... infinidad de obras de arte de una belleza inconmensurable, pero no repara en ninguna. Por último, algo cansado, el turista encuentra al fin, en una estancia de reducidas dimensiones llena de gente, el objeto de su interés.
Entonces divisa un rótulo que le indica que lo que cuelga ante él, y que puede admirar a duras penas, no es más que una reproducción que se expone temporalmente, pues el original está siendo sometido a un delicado proceso de restauración. El turista mira su reloj y advierte que es hora de regresar al autocar. Solo entonces se da cuenta, aunque ya es tarde, de que no ha disfrutado de su visita al Louvre.
Tú eres igual. Una mujer impresionante se te lleva la cama y nos cuentas agobiado no sé qué historias de control mental y tonterías por el estilo. Amigo mío, o cambias, o te consumirás sin haber entendido que la vida no es más que el paréntesis entre el nacimiento y la muerte, y que todos deberíamos dedicar ese tiempo precioso al recreo y al cultivo de la felicidad.

- Tonterías -dijo Amir, que intentaba separar el tocino de los huevos-. Por cierto, ¿ qué llevas ahí ?
- ¿ Donde ? -preguntó Pierre con la boca llena.
- Ahí, en el omóplato. Es como un tatuaje, ¿ no te molesta ?
Omar se acercó.

- Es verdad, es una especie de quemadura con la forma de la letra hebrea Teth -explicó-. Como símbolo, tiene un valor cabalístico, el nueve, número asignado a la serpiente, la representante de la fuerza cósmica regeneradora.
- ¿ Y eso es bueno o malo ? -Pierre volvía a preocuparse.
- Pues ni bueno ni malo -contestó Omar-, es decir, que no tengo ni idea. ¿ Sabes cómo te lo has hecho ?
- No. Me lo haría ella mientras yo dormía, no lo recuerdo. ¿ Veis como tengo razones para estar inquieto ?



- Chico -dijo Jimmy, desistiendo definitivamente de comer huevos y levantándose para prepararse un café-, te veo muy pajuelado. Yo, de ti, me quedaba hoy en casa.
Amir, que empezaba a entender el argot de Jimmy, asintió desde el extremo opuesto de la mesa a la vez que dedicaba a sus amigos un sonoro eructo.

Pierre se levantó. Había perdido el apetito. Se dirigió hacia su habitación para vestirse, pero antes pasó por el cuarto de baño. Se miró la espalda en el espejo y paseó sus dedos por aquel dibujo mientras se preguntaba a qué nuevos e inverosímiles sucesos debería asistir aún.

Media hora después, los cuatro amigos salieron a la calle. La mañana transcurrió para ellos en La Villette, lugar en las afueras de la capital que ocupa los terrenos del antiguo matadero central de París. Visitaron el museo de la Navegación, la Ciudad de las Ciencias, y asistieron a una proyección Imax en la Gèode, una esfera de treinta y seis metros de diámetro, forrada exteriormente por seis mil quinientos triángulos de acero bruñido. Antes de comer, regresaron al centro de la ciudad y bajaron a las Catacumbas. Por la tarde, pasearon por el Marché-aux-puces y luego, rendidos una vez más, regresaron a su hogar. Amir no podía quejarse, había vuelto a vivir un día completo y lleno de descubrimientos.

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