Una vez vi en un reportaje como una colonia de pingüinos avanzaba en tropel con su paso característico –entre cómico y patético- hacia el precipicio de un acantilado de pequeña altura. Al llegar ahí, aparentemente se tiraban todos al agua como si de fichas de un dominó en fila se tratasen. Pero una visión detallada en cámara lenta permitía advertir como un reducido grupo de inteligentes –y cabrones- pingüinos se inclinaban al llegar al borde haciendo ver que se tiraban sin hacerlo realmente, provocando la caída de la inmensa mayoría de sus aborregados congéneres. ¿La razón?, esos hijosdeputa hacían servir a sus compañeros como señuelo para las posibles orcas que pudiesen estar merodeando por la zona. Unos segundos más tarde, si no había peligro, se tiraban al agua como si nada con toda tranquilidad.
Piltrafillas, si me habéis leído con asiduidad, sabréis que no soy sospechoso precisamente de ser monárquico, pero debo compartir con vosotros mis impresiones sobre lo que ocurrió hace 30 años. En muchos de los textos en los que se habla de lo acontecido el 23 de Febrero de 1981 se comenta – con manifiesta malicia en mi opinión- y se da como probado que el Rey estaba en principio conchabado con la trama golpista y conforme avanzaba la noche reculó en sus posiciones. Esta, además de ser una opinión sobre la que no existe prueba alguna, pienso que es del todo errónea. Creo sinceramente –aunque tampoco puedo probar lo que ahora expondré- que la Corona necesitaba urgentemente un lavado de cara. El Rey –no olvidemos que había sido Franco quien le había designado como sucesor y en su nombramiento había jurado lealtad a los principios del Movimiento- era consciente de que en un clima de inestabilidad y violencia como el que se vivía en esos días y –como se dice vulgarmente- de ruido de sables más que incipiente se hacía imperioso un gesto, una puesta en escena que le catapultase a unas posiciones de popularidad de las que no gozaba. Así pues, creo que no ando muy equivocado si os digo que cuales pingüinos inteligentes, un grupo de su entorno en el que Sabino Fernández Campo tenía una capital importancia, se benefició de los burdos planes de tramas civiles de extrema derecha, pactos políticos-militares de dudoso futuro –el tan cacareado gobierno de concentración presuntamente promovido por Armada y avalado por algunos partidos políticos- y los pingüinos aborregados que Tejero o Milans personificaban. Así pues, en mi humilde y desautorizada opinión, los unos por un lado y los otros por el otro no fueron más que involuntarios personajes de una mise en scène de la que Juan Carlos I se benefició, un perfecto lavado de cara que le colocó inmediatamente en el Top 1 de la popularidad. Y mientras, Tejero y Milans en el agua y con las orcas nadando a su alrededor y Armada con cara de póquer sin saber en qué momento se había quedado con el culo al aire.
En resumen, ¿que el Rey conocía más de lo que se cuenta sobre todo lo ocurrido?, sí. ¿Que estaba de acuerdo con alguna de las opciones y luego se echó atrás?, rotundamente no. Lo que hizo fue valerse de todos ellos y preparar su imagen futura como valedor de la democracia. Y qué queréis amiguitos, aún pensando que quizás estaríamos mejor siendo una República y repateándome el hígado muchas de las partidas presupuestarias dedicadas a hijos, yernos, sobrinos, nietos y demás parentela borbónica, creo que aquella noche salimos todos ganando con la opción que triunfó. Particularmente me jode mucho más que los Martínez-Bordiú Franco hayan seguido viviendo en este país como príncipes gracias a las posesiones que su familia robó.
Piltrafillas, si me habéis leído con asiduidad, sabréis que no soy sospechoso precisamente de ser monárquico, pero debo compartir con vosotros mis impresiones sobre lo que ocurrió hace 30 años. En muchos de los textos en los que se habla de lo acontecido el 23 de Febrero de 1981 se comenta – con manifiesta malicia en mi opinión- y se da como probado que el Rey estaba en principio conchabado con la trama golpista y conforme avanzaba la noche reculó en sus posiciones. Esta, además de ser una opinión sobre la que no existe prueba alguna, pienso que es del todo errónea. Creo sinceramente –aunque tampoco puedo probar lo que ahora expondré- que la Corona necesitaba urgentemente un lavado de cara. El Rey –no olvidemos que había sido Franco quien le había designado como sucesor y en su nombramiento había jurado lealtad a los principios del Movimiento- era consciente de que en un clima de inestabilidad y violencia como el que se vivía en esos días y –como se dice vulgarmente- de ruido de sables más que incipiente se hacía imperioso un gesto, una puesta en escena que le catapultase a unas posiciones de popularidad de las que no gozaba. Así pues, creo que no ando muy equivocado si os digo que cuales pingüinos inteligentes, un grupo de su entorno en el que Sabino Fernández Campo tenía una capital importancia, se benefició de los burdos planes de tramas civiles de extrema derecha, pactos políticos-militares de dudoso futuro –el tan cacareado gobierno de concentración presuntamente promovido por Armada y avalado por algunos partidos políticos- y los pingüinos aborregados que Tejero o Milans personificaban. Así pues, en mi humilde y desautorizada opinión, los unos por un lado y los otros por el otro no fueron más que involuntarios personajes de una mise en scène de la que Juan Carlos I se benefició, un perfecto lavado de cara que le colocó inmediatamente en el Top 1 de la popularidad. Y mientras, Tejero y Milans en el agua y con las orcas nadando a su alrededor y Armada con cara de póquer sin saber en qué momento se había quedado con el culo al aire.
En resumen, ¿que el Rey conocía más de lo que se cuenta sobre todo lo ocurrido?, sí. ¿Que estaba de acuerdo con alguna de las opciones y luego se echó atrás?, rotundamente no. Lo que hizo fue valerse de todos ellos y preparar su imagen futura como valedor de la democracia. Y qué queréis amiguitos, aún pensando que quizás estaríamos mejor siendo una República y repateándome el hígado muchas de las partidas presupuestarias dedicadas a hijos, yernos, sobrinos, nietos y demás parentela borbónica, creo que aquella noche salimos todos ganando con la opción que triunfó. Particularmente me jode mucho más que los Martínez-Bordiú Franco hayan seguido viviendo en este país como príncipes gracias a las posesiones que su familia robó.
7 comentarios:
Nada de eso hubiera pasado, si nos hubiéramos ahorrado el patético "milagro de la transición". La mejor transición hubiera sido meter a todos los falangistas a pudrirse en la cárcel de por vida.
¿Pudrirse de por vida?, caramba, viniendo de usted pensaba que preferiría haberlos fusilado.
Bueno... me he retraído porque se trata de sus blog, y por aquí circula gente muy rara.
Pero si, todos pasados por la armas hubiese sido la opción más elegante.
Ahora sí, ¡este es mi nexus6! je je je
Básicamente de acuerdo.
No obstante tu teoría de la manipulación es muy arriesgada.
Cuando recuerdo aquel puñetero día de teléfonos y radio, evoco a un hombre –yo- que le hervía sobremanera la sangre.
Sin embargo, un camarada, me dio el alto, estaba muy tranquilo, tenía edad, sabía qué hacer, me rogó dejar transcurrir el tiempo, todo dependía del “jefe”.
Sus palabras aun resuenan en mi memoria: “Sabe de pronunciamientos –el rey- no se va a dejar engatusar por estos –Tejero y Milán-, tiene claro lo que ocurrió a su abuelo, Armada se ha equivocado, un juego diabólicamente equivocado”
Pasados los días, jugaba a las conspiraciones y volvió a darme el alto: “No te equivoques, esto no es una película donde todo lleve un guion, esto es: España y mal que te pese es una huida hacia delante de unos oficiales que posiblemente supieran de ser apartados de la carrera, digamos un ultimo intento de resultado chapucero”
Nexus, tío, tranquilo, nos hubiéramos parecido tanto a ellos, que me repugna pensar que más de una vez tuve que ser sancionado públicamente por pedir que fuéramos menos condescendientes con aquellas bestias, quedaron sin castigo, al acecho, aquí les tenemos, presentes, sin pudor, emponzoñando todo aquello que debiera ser sagrado para un demócrata, no nos dejemos…
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