viernes, 21 de agosto de 2009

Death race






Os hablo hoy de Death race, puesta al día de la cinta Death race 2000 de 1975 después de centrifugarla, quitarle el mensaje, la ironía y añadirle efectos especiales y soluciones técnicas que –evidentemente- no existían en los 70. Presupuesto es algo de lo que también parece disfrutar esta cinta en relación a su predecesora, que bordeaba lo cutre de manera espantosa. Claro que ese aspecto –que en su época convertía al film en un exponente de la serie B más banal- es el que hoy día otorga a Death race 2000 esa pátina de obra de culto. Pero regresemos al presente. El argumento esta vez va de un ex-corredor al que la pérfida alcaide de una prisión de máxima seguridad –genial Joan Allen en su papel de odiosa y fría hija de puta- tiende una trampa para que sea encarcelado y la ayude a mantener en antena un lucrativo programa de televisión dedicado a retransmitir carreras a muerte entre convictos. Así pues amiguitos tenemos un programa de televisión, un protagonista que deberá reemplazar al misterioso Frankenstein, fallecido corredor estrella del programa y a un rival que sobresale entre el resto de contrincantes que responde al nombre de Machine Gun Joe... y aquí acaban las similitudes –que no exactitudes- con la cinta del 75.




No hay mucho más que contar piltrafillas. A excepción de la mencionada Allen, la verdad es que en realidad no hay demasiada labor interpretativa en esta cinta. Claro que tampoco se esperaba. Death race se trata de un divertimento palomitero de digna factura, cargadito de explosiones, disparos, acción y derrapes que logra mantener el interés y hacernos pasar un buen rato sin estrujarnos demasiado las neuronas siempre y cuando seamos conscientes de que ese es el único objetivo de la película. Y si alguien quiere extraer alguna metáfora de la cinta, puede preguntarse si un programa como el que se refleja en Death race tendría espectadores en la actualidad. Quizás me equivoco, pero yo tengo clara la respuesta.

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