Os quiero hablar ahora de Masato Seto, un fotógrafo tailandés que se estableció hace casi cincuenta años en Japón, la patria de su padre. Estudió fotografía en Tokyo y se graduó a principios de los 70, comenzando a trabajar como asistente antes de establecerse como freelance. Uno de sus proyectos –el denominado Living Room, que mostraba instantáneas de familias diversas en el salón de sus casas- le proporcionó el premio Kimura Ihei.
Sin embargo, la serie que me llamó la atención y que me hizo aprender una de esas cosas que no sirven para nada ni ayudan en la vida cotidiana –lo que yo llamo saberes inútiles- pero que no por ello dejan de ser interesantes. Esas fotografías, de las que os adjunto unos ejemplos, eran de la serie Binran y retrataban a unas chicas jóvenes con poca ropa que parecían esperar a alguien en un cubículo pequeño pero acristalado y muy iluminado mientras fabricaban algo misterioso. Si os he de ser sinceros, yo pensé que eran prostitutas pero no amiguitos, estas chicas –las imágenes son de Taipei- confeccionan cajitas de Bînláng, una especie de goma de mascar rojiza hecha con las semillas machacadas de una palmera, lima y pimienta que se vende en todo el sudeste asiático y consumen mayoritariamente hombres y gente anciana. Curioso ¿no?
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