La entrada de hoy comienza con la visita a las Minas de sal de Wieliczka –localidad a poca distancia de Cracovia–, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con 300 metros de profundidad y una longitud de casi 300 kilómetros en sus distintas galerías y túneles. A lo largo de las salas se encuentran numerosas estatuas realizadas con sal y era el único lugar que tenía en mi lista para visitar sin discusión en mi viaje a Polonia.
Toda la mina es impresionante, destacando con diferencia la capilla de Santa Kinga, donde al parecer celebran hoy en día algunas bodas y misas privadas previo pago de un más que generoso donativo. Lo peor de todo –y eso que fuimos pronto para intentar evitarlo– es la gran cantidad de personas que visitan las minas a la vez, juntadas por grupos reducidos según nacionalidad, lo que provoca que uno no se pueda detener demasiado para disfrutar del lugar o hacer fotos sin peligro de perder de vista a su guía y quedar engullido por el grupo siguiente. Pese a todo, una visita imprescindible.
Por la tarde visitamos el antiguo Gueto de Podgórze, donde los nazis hacinaron a miles de judíos en condiciones infrahumanas, en un recinto amurallado al otro lado del Vístula. Podéis ver imágenes de una de las secciones de los restos del muro que aún hoy se conservan y de la plaza Bohaterów, donde los nazis seleccionaban a los habitantes del gueto que iban a trasladar a Auschwitz. En su memoria, en la plaza se levanta el Monumento de las Sillas, al parecer financiado por el director de cine Roman Polanski, que de niño sobrevivió a la barbarie en ese lugar.
En el barrio también destaca la impresionante iglesia neogótica de San José. Y completo la entrada con imágenes de una representación entre simpática e infantiloide del mismo dragón que hay Wawel y de muestras de street art por las calles de Kazimierz, en los alrededores de la plaza Nowy.
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