La reseña de hoy es para Thunderbolts*, la nueva película de Marvel que nos muestra el nacimiento de este grupo de héroes del universo post-Avengers. Desde que en 2011 inauguré con mi hija la tradición de asistir con ella a los estrenos del MCU, en los últimos años –dejando a un lado algunas excepciones– la ilusión había dejado paso a la decepción. De hecho, a algunos estrenos ya ni hemos asistido y de otros he salido del cine con un enorme sentimiento de fracaso al haber perdido horas de mi vida en tamaños montones de guano. Así pues, era como si un pedacito de nuestra historia paterno-filial estuviese desapareciendo, como si el todopoderoso Kevin Feige nos estuviese robando esos momentos de unión que antaño habían resultado tan intensos y memorables. Por eso, la expectación que antiguamente precedía a los estrenos marvelianos, en la actualidad se había convertido en miedo. Siendo tales las expectativas, afrontábamos ambos la visión de esta Thunderbolts* con cierto desapego pero también con esperanza, tanto por algunas críticas que habíamos leído como por el convencimiento de que no podía ser peor que algunas obras recientes en los que habíamos caído en la trampa, léase Thor: Love and thunder o Wakanda forever.
Y debo deciros que Thunderbolts* me ha encantado. No sé si será flor de un día o Feige y sus huestes han encontrado de nuevo el camino, pero la película es muy entretenida, con acción y humor –todo en su justa medida–, centrada más en los personajes que en el despilfarro de CGI y mostrando a personas cuasi reales luchando por sobrevivir entre sus traumas. Y las interpretaciones también son muy creíbles, sobre todo las de los estupendos Florence Pugh y David Harbour –por supuesto, tenéis que verlas en la versión original en inglés con sus acentos rusos y no en la mierda de doblaje español, con Yelena y Alexei hablando en un perfecto castellano– pero también la de Julia Louis-Dreyfus, muy natural. Atención a las dos escenas postcréditos, una primera hilarante y la segunda dando continuidad al MCU. En fin, toda una alegría la verdad, un título del todo recomendable que –qué ilusión me hace– he podido disfrutar junto a mi hija, a la que he escuchado reír en varias ocasiones ante la pantalla. Obviando a Deadpool, hacía tiempo que no pasaba.
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