El día más corto del año corresponde al solsticio de invierno y cae el 21 o 22 de diciembre, dependiendo de si el año es bisiesto o no. Pero, en muchos países, la tradición hace que celebren esa festividad el 13 de diciembre, día de Santa Lucia di Siracusa. Uno de esos países es Suecia, donde desde la Edad Media esa fecha es una fiesta especial y muy importante que marca el inicio de los festejos navideños y está caracterizada por celebraciones muy esperadas, como las procesiones de niñas tocadas con velitas. Toda esta perorata viene a cuento porque la reseña de este domingo es para la sueca El hombre de Mallorca, una película dirigida y escrita por Bo Widerberg cuya acción comienza precisamente ese día, cuando un atracador frío y bien entrenado roba en una oficina de correos de Estocolmo llena de clientes. Johansson y Jarnebring, dos agentes de la brigada antivicio que estaban vigilando desde su coche las entradas y salidas a un burdel, son los primeros que llegan a la escena del robo y a punto están de pillar al atracador, que consigue despistarlos entrando en una escuela.
A partir de ese momento, en la brigada central comienzan a interrogar a todos los testigos mientras Johansson y Jarnebring siguen dándole vueltas al caso a la vez que reanudan su vigilancia a la puerta del burdel. Así es como identifican entre los clientes a dos agentes del SÄK, las fuerzas especiales sel servicio secreto sueco. Además, uno de ellos, Hedberg, ha sido asignado como guardaespaldas del Ministro de Justicia. La pareja de policías –una especie de Starsky y Hutch escandinavos– sigue con sus pesquisas y días después dos testigos fallecen de forma violenta. Mientras tanto, el inspector Johansson cae en la cuenta –de una forma algo rebuscada y poco creíble– de que la persona a la que persiguió hasta la escuela el día del atraco eera precisamente el agente Hedberg. Pese a lo inverosímil del descubrimiento, las pruebas que afloran a partir de ese instante parece que le dan la razón. Los dos muertos aparecen en una fotografía de una fiesta en Mallorca años atrás en la que también estaba Hedberg –que además es el dueño del vehículo involucrado en el atropello del primer testigo fallecido– a la vez que un vagabundo lo ubica intentando entrar en el domicilio de la segunda víctima. Sin embargo, parece que el agente tiene una coartada para el día del atraco. El SÄK afirma que un testigo del que no puede saberse el nombre por una cuestión de seguridad del Estado asegura que estuvo con él. Bastante enfadados, Johansson y Jarnebring deciden convertirse en la sombra de Hedberg dispuestos a resolver el caso.
Basada en una novela de Leif G.W. Persson –conocido escritor y criminólogo sueco– titulada La fiesta del cerdo, esta El hombre de Mallorca es una estupenda muestra de cine policíaco, resuelto con energía y ritmo y con interpretaciones muy naturales que, pese a estar rodada a mediados de los 80, atesora ese espíritu de las novelas de espías setenteras que tanto me gustaba leer en la adolescencia. En fin, una peliculilla interesante y entretenida que os recomiendo desde aquí.
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