domingo, 12 de julio de 2015

Sexandroide


Piltrafillas, escribo estas líneas en estado de shock. Sabéis los que me seguís asiduamente que en este espacio conviven grandes títulos del séptimo arte con estrenos comerciales y palomiteros o exponentes de la serie Z más casposa. Pero, amiguitos, no recuerdo haberme encontrado en décadas con algo tan bizarro como lo que acabo de ver –no sé si disfrutar sería adecuado, aunque ciertamente soy tan friki que incluso me ha arrancado alguna sonrisa– y ahora pretendo comentaros. Os hablo de Sexandroide y, de hecho, me propongo haceros un resumen completo del argumento porque da absolutamente igual que sepáis el final de este cuento múltiple. Y es que, en realidad, estamos ante tres historias cortas –el metraje total no llega ni a la hora– dirigidas por el prolífico realizador francés de cine pornográfico Michel Ricaud, que a finales de los 80 tuvo la ocurrencia de filmar en vídeo esta cosa sin pies ni cabeza mezclando gore salvaje con softcore. En la primera historia, La dagyde, un desconocido extrae de un sobre el retrato de una mujer. La joven está en un bar, esperando no se sabe muy bien el qué cuando el hombre comienza a hacer vudú sobre ella, que se empieza a encontrar indispuesta y acaba vomitando en el lavabo de señoras del local. Pero el objetivo de la magia es mucho más perverso y llevará a la desdichada hasta la muerte, no sin antes haberle infligido terribles torturas, todo ello con gemidos y gritos de fondo que no cuadran con la cara inexpresiva de la protagonista. 


En la siguiente historia titulada Les sexandroïdes, igual de oscura e inexplicable, una mujer escucha unas voces que la obligan a bajar por unas misteriosas escaleras y entrar en una estancia presidida por una calavera antes de comenzar a desnudarse para bailar una extraña danza del fuego y jugar con un látigo. En esas que aparece una especie de zombie que después de juguetear con ella y con un corazón sanguinoliento, la azota y sienta a una silla antes de torturarla perforándole los pezones con agujas y cortándo su cuerpo con navajas y cuchillos para después sacarle los ojos y apuñalarla en la garganta como paso previo a sacarse él mismo las tripas y dejarlas caer sobre la cara de la infortunada. Sin embargo, la mujer se levanta de nuevo y ambos desaparecen en la oscuridad, escaleras arriba. Por último, en Les dents de l’amour, un vampiro mezcla del peor Drácula y el televisivo Joker de César Romero despierta echando espumarajos por la boca en presencia de una mujer vestida de luto. El tipo, más salido que el pomo de una puerta, se abalanza sobre ella y le arranca la ropa... aunque no la viola y se limita a morderla antes de regresar a su ataúd. Pero al poco, el engendro despierta de nuevo porque la mujer se ha convertido en una vampira y está bailando desnuda ante él Might have I been queen de Tina Turner, toqueteándose a los sones de What’s love got to do with it. La escena finaliza con el vampiro metiendo a la chica en su atáud, cerrando la tapa y colgando un letrerito de Do not disturb. En mi opinión, la primera historia es la peor –muy oscura y con esos fallos de sonido que os he comentado–, la segunda es un festival de sangre y escenas tirando a snuff si no fuese porque en el tema de los efectos de maquillaje tampoco destaca especialmente en esta producción y la tercera es un simpático –por esa conexión Turner, más que nada– pasaje de softcore onanista. ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo, piltrafillas?, es que esto es muy freak. No obstante, como ya os he avanzado al principio, Sexandroide es un montón de basura tan grandioso que solo por ello merece un visionado. Eso sí, con algo de alcohol en el cuerpo.

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