domingo, 5 de abril de 2015

Kill the messenger


La reseña de hoy –así es, en este Domingo de Resurrección en el que media humanidad está de vacaciones, al menos la que forma parte de mis seguidores, sólo os presentaré una película– os quiero hablar de Kill the messenger. Aquí, como en American sniper, también encontramos la historia real de un norteamericano valiente, fiel a sus principios, que realiza su trabajo de manera honrada –algo que aquí también le provoca algunos problemas de índole familiar– y (¡atención spoiler!) no acaba demasiado bien. Y eso que este no mata a nadie. Sin embargo, el Navy S.E.A.L. especializado en asesinar a distancia se ha convertido en un héroe a los ojos de la mayor parte de la opinión pública mientras que de este tipo que nunca empuñó un arma casi nadie habla. Dirigida por Michael Cuesta –realizador bregado en televisión como productor o director de diversos episodios de Homeland o Elementary, por ejemplo– y protagonizada por un estupendo Jeremy Renner, cuenta la historia del reportero Gary Webb quien, después de poner de manifiesto la conexión entre la CIA y el tráfico de cocaína que propició la inundación de crack en los barrios marginales de las grandes ciudades del país con el objetivo de obtener fondos para financiar la Contra nicaragüense, fue sometido a una perversa campaña de desprestigio por parte del aparato del Estado. Nixon, Ford, Carter, Reagan... todos ellos habían declarado a las drogas como el mayor culpable de los males de la sociedad y el deterioro de los valores de la american way of life. De cara a la galería, claro, con la boca pequeña. En realidad, el negocio del narcotráfico era tan lucrativo y poderoso que incluso la CIA se benefició de él para financiar proyectos y operaciones de lo más turbio. Excelentes novelas como El poder del perro o esta película lo dejan bien claro, pero nada cambia. Nadie pide perdón de manera oficial. La rueda, amiguitos, sigue girando. Y en los años 80, lo hizo a velocidad de vértigo. Los Estados Unidos habían impulsado y financiado en Nicaragüa la creación de los Contra, un ejército que tenía como objetivo acabar con la Revolución Sandinista que había derrocado a Anastasio Somoza


En 1984, tal práctica sufrió un duro revés al quedar prohibidas por el Congreso las ayudas económicas a la Contra, denunciadas porel Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Ronald Reagan, un anticomunista furibundo, no dio su brazo a torcer y marcó las directrices de lo que se debía hacer para acabar a cualquier precio con las revoluciones de izquierdas en Centroamérica, ordenando a la CIA conseguir dinero de la manera que fuese. Una de estas formas, que salió a la luz con el nombre de escándalo Irangate, consistió en vender armas al gobierno iraní para ayudarle en su guerra contra Irak (eran los tiempos en los que Ossama Bin Laden era un amigo de la libertad entrenado por la CIA). Otra manera de obtener fondos fue descubierta diez años más tarde por Gary Webb, reportero obstinado de un modesto periódico de la Bay Area, el San Jose Mercury News. Es este caso –según la cinta– su particular Deep Throat fue Coral Baca –la española Paz Vega en un pequeño papel de latina de buen ver, definitivamente su carrera no ha evolucionado tal como esperaba la Laura de 7 vidas–, que le entrega documentos secretos con el fin de demostrar que su novio Raffie había transportado droga para el gobierno de los Estados Unidos. En realidad, no todo es como parece, pero el hecho le da la clave a Gary para tirar del hilo e iniciar una investigación que pone al descubierto algo que a estas alturas ya conocemos todos y que a punto está de acabar con su matrimonio y su reputación: la CIA ha colaborado con el narcotráfico colombiano de cocaína para conseguir millones de dólares con los que prestar ayuda económica a la Contra. Y es que, tal y como dice un personaje de la película, hay historias que son demasiado ciertas para ser contadas. Piltrafillas, Kill the messenger es entretenida, está bien rodada y nos regala una fantástica y convincente interpretación de Jeremy Renner que, de nuevo, nos demuestra que es mucho más que Ojo de Halcón. No me queda otra que recomendárosla.

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