Finalizo el mes con Jean Jacques Andre, un marsellés que desde los siete hasta los doce años iba cada domingo a la ópera. Fascinado por las bellas bailarinas que para sus ojos infantiles semejaban ángeles e influenciado por la obra pictórica de su padre, un artista que en sus óleos representaba sátiros, ninfas y personajes de leyenda, no es de extrañar que cuando emigró al Canadá con poco más de veinte años para iniciar una carrera como fotógrafo, el cuerpo femenino se convirtiese en el protagonista de sus fascinantes trabajos con la cámara.
martes, 31 de marzo de 2015
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