Piltrafillas, quiero pensar que se trata de una práctica extendida internacionalmente, pero me parece enormemente irrespetuoso el cambiar los títulos de las películas a conveniencia de nosequé razones. Y no digo traducirlos –lo que, hasta cierto punto, tiene su justificación-, sino cambiar por completo el significado. Este es un caso de los más vergonzosos. Hace años –demasiados- se estrenó Die Hard, una película –yo díría que modesta, aunque con el tiempo se haya convertido en objeto de culto- protagonizada por Bruce Willis. El título original hacía referencia al personaje principal, el tozudo e indestructible John McClane. Sin embargo, en nuestro país se estrenó con un La jungla de cristal que hacía referencia al rascacielos en el que tenía lugar la acción. El problema llegó cuando el éxito de esta cinta propició una secuela y se convirtió en saga. Lo de jungla de cristal ya no pegaba ni con cola. Y el despropósito ha llegado hasta este año, en el que A good day to die hard se ha convertido en nuestro país en La jungla: Un buen día para morir, con ese añadido inicial del todo innecesario que demuestra que el responsable de turno del tema –que ignoro quién será- se cree que los espectadores somos imbéciles. Total, que todo este preámbulo viene a cuento porque mi primera reseña del domingo se la dedico a la última de Bruce McClane Willis, la mencionada A good day to die hard. En ella, el bueno de John se marcha a Moscú para encontrar a su hijo, que está detenido por las autoridades. Una vez allí, sin quererlo, meterá la pata desbaratando la misión del joven McClane Jr. –en realidad, un agente de la CIA- y se verá envuelto en un lío épico del que padre e hijo tendrán que salir uniendo sus fuerzas.
domingo, 23 de junio de 2013
A good day to die hard
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