sábado, 9 de junio de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo decimonoveno (V)


6

Bajaron a la calle y cruzaron los escasos metros que les separaban del edificio de enfrente. Sin darle un momento de respiro, Lilith arrastró al atribulado Pierre hasta el piso en el que vivía un hombre de mediana edad.

- Espera aquí -le ordenó, y le señaló un lugar en el rellano de las escaleras que se encontraba débilmente iluminado-. Que no te vea nadie.
Lilith llamó al timbre. Segundos después, Louis Quintana abría la puerta de su domicilio. Sonrió, gratamente sorprendido por la inesperada visita. Recordaba haber visto alguna vez a aquella joven. Suponía que vivía en el barrio, pero nunca había imaginado que la vería entrar en su casa. Louis no aventuraba a saber lo que podía desear de él a aquellas horas.
- Pase, no se quede ahí.
Lilith entró con él hasta el salón.

- Me siento un poco ridícula -explicó convincentemente-. En realidad, no acostumbro a hacer estas cosas, pero es que esta noche necesito estar acompañada.
- No se preocupe señorita, es evidente por su actitud que no se encuentra cómoda. Lo que pasa es que no acierto a comprender.
- Pues está claro. Quiero pasar la velada junto a un hombre. Ciertos acontecimientos me han dejado algo deprimida y no quiero estar sola.
- Ya, pero con su belleza -Louis se estaba tragando el anzuelo hasta el sedal-, no creo que tenga problemas para encontrar a alguien más, como decirlo, de su edad.
- Por supuesto, algún memo pagado de si mismo -dijo con desprecio-, alguien que esté todo el rato pensando en acostarse conmigo para contárselo luego a sus amigos.
- Mujer, visto así...
Lilith le interrumpió.
- Mire, vivo aquí delante y le he visto algunas veces acompañado de elegantes damas.
Louis notó una punzada en las sienes. Sus sentidos se colocaron en posición de alerta. Era bastante improbable que aquella joven supiera algo, pero tenía que andarse con ojo.

- Lo que yo quiero -prosiguió Lilith- es la compañía de un caballero educado e inteligente con el que pueda conversar y sentirme cómoda y protegida.
- Me abruma usted -dijo Louis-, y a la vez me halaga.
- Si le molesto, no tiene más que decírmelo y abandonaré su hogar de inmediato.
- Nada de eso -Louis se irguió y con un ademán le indicó a Lilith que esperase acomodada en el amplio sofá en el que había seducido a muchas de sus víctimas. Viudas, divorciadas o solteras, todas habían sido mujeres solitarias y poco agraciadas a las que en ocasiones la edad y la vida habían despojado de ilusión. Pero, por primera vez, una mujer guapísima, enigmática e interesante había acudido a él por propia iniciativa.
- Excúseme un momento -añadió.

Cuando regresó de la cocina, con dos vasos de ginebra, Louis ya había decidido que primero disfrutaría de la compañía de su misteriosa vecina, después la mataría y, por último, se la follaría.

- Tenga -le ofreció la bebida-. Por cierto, me llamo Louis. Me perdonará que no me haya presentado antes, pero la sorpresa me ha hecho olvidar esa ineludible y básica norma de etiqueta. -
 No se preocupe, lo entiendo.
- También es cierto que no estoy acostumbrado a recibir visitas tan tarde, al menos sin aviso previo.
- Quien debe perdonarme es usted -Lilith dio un sorbo a su ginebra-, debí haberle avisado antes.
- Oh no, no me malinterprete, no lo decía en ese sentido -contestó Louis posando sus ojos sobre las rodillas de Lilith antes de añadir sonriendo-, además, los mejores regalos son los que se reciben por sorpresa.
- Imbécil -pensó ella, y le devolvió la sonrisa fingiendo rubor.
- Por cierto, aun no me ha dicho su nombre.
- Ultimamente me llaman Lilith -contestó tras cavilar unos segundos-. Puede llamarme así.

- Qué nombre tan curioso -respondió Louis mientras apuraba su ginebra-, y qué poco corriente. ¿ Es extranjero ?
- Aparece en varias leyendas de diversa procedencia. Para los babilonios, por ejemplo, Lilith era un demonio que se aparecía ante los cuerpos moribundos de hombres malvados y les seducía antes de robarles el alma.
- Aterrador, ¿ no es así ? -exclamó Louis sin poder reprimir un escalofrío.
- Por cierto -añadió-, ¿ ha cenado ya ?
- Sí, lo cierto es que sí.
- Bien. Yo acabo de regresar de mi visita mensual a La Tour d'Argent, por lo que no debemos preocuparnos por ello.

Durante unos momentos, la pareja se observó sin intercambiar palabra alguna. Finalmente, Lilith se levantó y se encaminó hacia la cómoda. Ante la sorpresa de Louis, abrió uno de los cajones y rebuscó en su interior.
- Me sorprende usted. ¿ Siempre hace eso en casas desconocidas, o es que en mi ausencia ha entrado antes aquí ?.
- No, no. Ha sido como una llamada interna. Algo me ha hecho sentir que aquí habría algo de interés. Esto, por ejemplo.
Lilith había encontrado una foto en blanco y negro que ahora sujetaba ante ella y le mostraba a Louis.



- ¿ Quien es ?
- Vaya. Hacía tiempo que creía perdida esa foto. Se trata de una actriz española. Tuvo tanto éxito en su momento que los directores la reclamaban para que apareciese en sus películas. A veces era tanta la demanda que la actriz comenzó a tomar pastillas para mantenerse despierta. Acabó pobre, drogadicta y en el olvido. Pero para los que, como yo, disfrutamos de sus espléndidas actuaciones, Gracita Morales permanece viva en nuestro recuerdo.
- Caramba -dijo Lilith aparentando sorpresa -, cuanto sabe usted.
- Es que me gusta muchísimo todo lo relacionado con el cine español de hace algunos años. Le parecerá una afición ridícula.
- No -contestó-, de ninguna manera, si acaso inusual.
- Sí -Louis sonrió-, en eso le doy la razón. Una cosa más, debe disculparme de nuevo pero, como ya le he dicho, en cuanto ha llamado a mi puerta, hacía poco que acababa de llegar y los zapatos me están matando. ¿ Me permite que me ponga cómodo ?
- Por favor, está en su casa.
- Enseguida vuelvo y conversamos de lo que quiera usted, ¿ le parece bien ?

Mientras tanto, en el rellano de la escalera, Pierre estaba harto. Se sentía ridículo por permanecer con la oreja pegada a la puerta de la vivienda de alguien a quien ni siquiera conocía y a unas horas en las que mejor estaría durmiendo. Aquella mujer, definitivamente, no estaba en sus cabales y él, siguiéndole la corriente, no estaba dando muchas muestras de cordura. Lo mejor que podía hacer era regresar con sus amigos y, ahora sí, olvidar para siempre aquella relación. Pero, ¿ podría hacerlo ?.

Louis se estaba quitando el segundo de sus zapatos italianos cuando Lilith apareció en el umbral del dormitorio. Entró en la habitación y se sentó al borde de la cama, a la vez que daba un repaso a la decoración con la mirada. Louis estaba contrariado. Era la primera vez que notaba que había perdido el control de la situación, y eso no le gustaba. El éxito en sus anteriores conquistas radicaba invariablemente en la ausencia total de interés o atracción por sus víctimas. Pero ahora veía como aquella joven provocaba en él sensaciones que hacía años que creía olvidadas.

- ¿ Un taladro ? -preguntó Lilith de pronto, al advertir que tal herramienta estaba sobre la mesilla de noche.
- Sí, tenía intención de colgar un cuadro en esa pared -dijo Louis señalando a su derecha y cogiendo el taladro-, sobre la cabecera de la cama ¿ sabe ?.
Lilith asintió. Le cogió la herramienta y fingió que le interesaba su forma mientras cruzaba sus largas piernas de manera que Louis pudiese advertir que no vestía ropa interior bajo su diminuta falda. Él se percató de inmediato y, enloquecido por un repentino deseo irrefrenable, se postró de rodillas ante Lilith, dispuesto a hundir su cara entre los muslos de la joven y restregarla en el pubis aterciopelado que imaginaba bajo la falda. Pero un súbito y desmesurado golpe de la puntera de la bota de Lilith se estrelló contra su pómulo, lanzándole, sorprendido y presa de un agudo dolor, contra la mesilla de noche.
- ¿ Qué crees que haces, tuerta del demonio ? -gritó medio tirado en el suelo y lleno de rabia.

Entonces, de la garganta de Lilith escapó una profunda e inhumana carcajada gutural. Se levantó de la cama y se sentó a horcajadas sobre el estómago de Louis. Luego, mientras le agarraba por el cuello, estiró del cable de la lámpara y enchufó el taladro en su lugar. Presionando el gatillo, lo aplicó sobre el hombro izquierdo de Louis. La broca penetró en la carne y holló el hueso. Louis chilló de dolor pero, a excepción de una vecina medio sorda, esa noche no había nadie más en el inmueble que pudiese acudir en su ayuda.

Nadie, excepto Pierre, que seguía con la oreja pegada a la puerta hasta que aquel alarido le hizo separarse de ésta. Nunca antes había oído a un ser humano aullando de esa manera. Así pues, asustado, siendo su curiosidad morbosa mayor que su temor, se dispuso a entrar en la vivienda haciendo caso omiso de las órdenes de Lilith. Cuando iba a lanzarse contra la puerta para abrirla de un golpe, tal y como había visto hacer multitud de veces en las películas, ésta se abrió sola. Después de lo que aquella loca le había contado, ya nada le sorprendía.

En el dormitorio, el cazador había sido cazado. Antes de que pudiese restablecerse del dolor en el hombro, un puñetazo le hizo estallar dolorosamente su globo ocular derecho.
- Mira por donde -dijo Lilith divertida-, aquí tenemos a otro tuerto del demonio.
Louis se desvaneció momentáneamente, lo que Lilith aprovechó para girarse y aplicarle el taladro en las rodillas. Primero una y después la otra. Louis gritó de nuevo cuando las rótulas crujieron.

Pierre, guiado por el ruido, llegó a la habitación. Lilith estaba de pie y un hombre de mediana edad se arrastraba hacia la puerta con el rostro desencajado. La sangre manaba de los cortes y hematomas que poblaban su cara y de las heridas en un brazo y las piernas. El pobre hombre iba dejando tras él un rastro viscoso.

Pierre reconoció en la figura de aquella mujer ensangrentada que sonreía empuñando un taladro, a la maldad hecha carne. Paralizado, luchando contra las nauseas, fue testigo directo de como Lilith se agachaba sobre el sujeto y, con las rodillas fuertemente hincadas sobre su espalda, le aplicaba la broca en la base del cráneo. El cuerpo de Louis Quintana, despiadado asesino, quedó tendido sobre un charco de sangre espumosa, víctima de violentos espasmos, mientras su masa cerebral escapaba por un negro orificio en su cogote. La escena fue demasiado para Pierre, quien, sin poder contener ya el vómito, escapó corriendo del domicilio y bajó a trompicones las escaleras. Cuando salió a la calle, se dejó caer sobre el pavimento sucio y húmedo. Casi a la vez, la ligera llovizna que caía desde hacía rato se convirtió en tormenta.

Un par de minutos más tarde, Lilith aparecía en el portal del inmueble, serena, sin señal alguna de arrepentimiento. Pierre, con el semblante pálido y un hilo de baba y restos de vómito resbalando por su mentón, la miró a la cara con los ojos bañados en lágrimas. Lilith, compadecida, se colocó en cuclillas junto a él y le acarició los cabellos.
- No intentes comprenderlo -dijo-, y olvídalo todo, por tu bien.
- ¿ Que lo olvide ? -exclamó Pierre-, tendré suerte si después de esto no necesito atención psiquiátrica.
- Ya te dije que no siguieras buscándome, pero no quisiste hacerme caso -le dijo, esta vez sí, con sincera ternura-. De todas maneras, lo superarás. No te preocupes. Al cabo de un tiempo, incluso, dudarás de si todo esto ha ocurrido en realidad y, poco después, me olvidarás. Es solo cuestión de tiempo.

Mientras Lilith se incorporaba y se preparaba para alejarse para siempre de la vida de Pierre, éste recordó la historia que esa misma noche le había contado y tuvo conciencia de que no era más que un peón. Antes de que Lilith desapareciese en la oscuridad, Pierre se levantó tambaleándose bajo la lluvia.
- No te olvidaré -gritó-. Quizás deberías matarme a mi también para que no pueda contar lo que he visto.
Lilith, sin volverse, se detuvo.
- Nadie te creerá. En cuanto a matarte -añadió-, ¿ para qué ?. Tu ya estás muerto, muerto y enterrado en esa tumba que tú mismo te has construido alrededor.
Entonces se giró y le dedicó una última sonrisa.
- Adiós -dijo, y se ocultó para siempre entre las sombras.

Sucio y empapado, Pierre vagó por las calles desiertas de París. Estaba cansado y no sabía con certeza si, definitivamente, la razón le había abandonado.

2 comentarios:

Diseñador Cun dijo...

Buen blog amigo!
me gustaría saber el nombre de esta actriz pues me ha causado curiosidad su fatal desenlace

King Piltrafilla dijo...

Gracita Morales.