domingo, 5 de junio de 2011

La venganza del sexo


Una pareja besándose en el parque, dos chicas acariciándose en una habitación de hotel, un joven tambaleándose ebrio en la calle, una mujer en su cama procurándose autosatisfacción, dos parejas practicando sexo en grupo... todos acabarán secuestrados por un misterioso tipo que lleva una máscara grotesca, zapatos de metal, conduce un coche fúnebre y como arma lleva un pañuelo empapado –se supone- en cloroformo. Esos son los seis primeros minutos –con banda sonora de música jazz de ascensor de grandes almacenes- de la propuesta cinematográfica con la que inicio mis entradas de hoy dedicadas al séptimo arte, la cinta argentina La venganza del sexo –en el mercado anglosajón The curious Dr. Humpp- que casualmente se estrenó el año –glorioso- en el que nací yo, además de otros tantos seres humanos excepcionales que no viene al caso nombrar. En fin, que con la misma música de fondo –aunque ahora la escena se traslada a un bar en el que se ve a una banda que figura que interpreta la tonada- una chica baila y se desviste sensualmente al ritmo de la pieza mientras algunas parejas se besan en la penumbra del local y –también ahí- vemos al extraño hombre de la máscara y las manos desfiguradas que –como podéis imaginar- acaba secuestrando a la bailarina. Poco más de un cuarto de hora ya y es imposible que se nos escape el tono general de esta joya del cine argentino para connoisseurs. Mientras, la policía y un intrépido periodista investigan la razón de las numerosas desapariciones que desde hace unos días se están dando en la ciudad y que obedecen –nada más y nada menos- a las maquinaciones de un científico loco que quiere conquistar el mundo venciendo al sexo con el peregrino convencimiento de que si es capaz de dominar a la única fuerza que puede hacer perder la cordura al ser humano no habrá nada que le detenga.


Así, para llevar a cabo su plan, secuestra a personas sexualmente activas para observarlas a través de un circuito cerrado de televisión cuando acarician sus cuerpos desnudos o fornican obnubilados por la droga que les proporciona mientras él -que sufre de impotencia- lucha por evitar toda excitación y extrae de sus cuerpos los fluídos que le ayudan a sintetizar una pócima que debe ayudarle a conseguir su objetivo final. Para ello cuenta con la ayuda del antes mencionado hombre de la máscara –que al final resulta ser una especie de monstruo frankensteiniano, con escena de entrega de flor incluida-, una enfermera leal, un cerebro parlante que vive en una probeta y un pequeño ejército de criados zombies de uniforme que parece que vistan pijamas con capucha sacados de la guardarropía de Star Trek. Piltrafillas, La venganza del sexo es una película en blanco y negro, con cantidad de erotismo –sexo en grupo, sexo en pareja, sexo en solitario, relaciones lésbicas... aunque todo bastante light-, un argumento bizarro, terror de cartón piedra y efectos de maquillaje infumables, una cinta que muy bien podría haber rodado unos años después nuestro amado Jesús Franco y que sólo por ello y por lo casposo de la propuesta que resulta muy interesante pese a su edad es toda una delicatessen para amantes del cine friki entre los que me cuento. Amiguitos, algo así no podéis dejarlo escapar.

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